19 feb 2010

Festival Kagel / Stockhausen (Amsterdam)




















La atención que los grandes centros culturales europeos prestan a la música de Karlheinz Stockhausen no sólo siempre ha sido firme, si no que su difusión va en aumento. Durante los días 6 y 7 de febrero el Muziekgebouw (segundo gran auditorio de la ciudad de Amsterdam tras el Concertgebouw) celebró el Festival Kagel/Stockhausen, encuentro que sirvió, a través de conferencias, proyecciones y actividades paralelas, para reivindicar a ambos creadores y para poner sobre la mesa los numerosos puntos de encuentro y las marcadas diferencias que se perciben en las audiciones comparadas de sus trabajos.
Quiso la coincidencia que un día antes -el viernes 5- en el marco del Festival Hammond (dedicado al referido órgano) que se celebró en el Conservatorio de la vecina localidad de La Haya tuviera lugar otro instante importante para la música de Karlheinz Stockhausen (Mödrath, 1928 - Kürten-Kettenberg, 2007). En este caso se vivió el estreno holandés de Mikrophonie II (1965) para órgano Hammond, cuatro moduladores de anillo, cinta y 12 cantantes. La escasa difusión de la pieza (debido, evidentemente, a la singularidad de su instrumentario) y el elevado interés de su presentación en directo eran argumentos más que razonables para asistir a un evento protagonizado por profesores y alumnos del citado centro docente cuyos resultados artísticos no tuvieron nada que envidiarle -en lo musical, no tanto en la formalidad de su presentación- a otros muchos conciertos de grupos profesionales.

Karlheinz Stockhausen

Dirigida por MaNOj Kamps, Mikrophonie II se ofreció en dos versiones (digital y analógica) resultando la primera de ellas mucho más ilustradora de las intenciones de su autor. Sorprende comprobar la vitalidad de una música tan vehementemente adscrita a la vanguardia. Supone la composición uno de los primeros acercamientos al live-electronics y el empleo que en ella hace el autor de una vocalidad sin significado semántico mantiene la partitura en el terreno del arte sonoro, con un agitado coro radio-modulado que emite gruñidos y todo tipo de sonidos onomatopéyicos cuyos timbres son alterados en vivo sobre el colchón sonoro de un órgano Hammond. Dignos del mayor aplauso fueron los alumnos de canto coral del Conservatorio de La Haya, asumiendo con el máximo respeto la escritura de Stockhausen, sin atisbo de aspavientos ni excesos, conscientes de la importancia de la empresa que abordaban. El concierto se completó con la recuperación de una críptica composición puntillista del maestro holandés Louis Andriessen, The Garden of Ryoan-gi (1967); para tres órganos Hammond, y con el estreno absoluto de una extensa obra para instrumentos y electrónica titulada Three Vertical Swells debida al interesante compositor norteamericano Peter Adriaansz, presente junto con Andriessen en la sala.

Mauricio Kagel

Ya en Amsterdam el evento Kagel/Stockhausen comenzó con la presentación del Nieuw Ensemble dirigido por Ed Spanjaard, quienes se hicieron cargo de una interpretación absolutamente diáfana de Kantrimiusik (1976), la encantadora música "pastoral" que Mauricio Kagel (Buenos Aires, 1931 - Colonia, 2008) ideara como particular y originalísimo pastiche sobre ese extendido empeño en todas las épocas de la historia de la música de idealizar la naturaleza con notas. Con un control ejemplar de los tres planos (instrumental, vocal y electrónico) la obra gozó de una versión de referencia (una refrescante comprobación de que, en ocasiones, los discos no engañan y reflejan fielmente las capacidades musicales de quienes están detrás: caso de la grabación de Kantrimiusik por estos mismos intérpretes en el sello Winter & Winter). La humorada de Kagel, por lo demás, hace gala de una envidiable modernidad pese a la heterodoxia de los materiales y las citas (algo nada raro en su catálogo); la encantadora levedad de algunos pasajes y determinados hallazgos tímbricos (dúo de banjo y guitarra, soprano y pianino) convierten esta música en una saludable puerta de acceso al universo kageliano.


Ensayo de Osten en Muzikgebouw (Ámsterdam)

Siguió luego el Quinteto de Vientos Calefax quienes se hicieron cargo de una adaptación de las melodías del zodiaco -Tierkreis (1974-75)- para su conjunto. Desde su estado natural -en forma de cajas de música- hasta las numerosas revisiones (clarinete y piano / orquesta de cámara / trombón y percusión...) la pieza folclorista de Stockhausen es una de las partituras más transitadas de su catálogo. Sin embargo la sobriedad del quinteto de vientos (con el que asociamos timbres más severos, como los de la serial Zeitmasse) no le hace favor alguno a esta inventiva y rebosante música. El maestro Emilio Pomarico se hizo cargo del siguiente concierto de la jornada, nuevamente consagrado a Kagel. El ensemble Musikfabrik interpretó primero Osten del algo sobrevalorado ciclo de piezas La rosa de los vientos (Die Stücke der Windrose) (1993-94). Ecos de jazz porteño se colaron en la más breve de las partituras de la serie en una ejecución henchida de vitalidad, la misma que luego derrocharon en la más ambiciosa y datable creación …, den 24. xii.1931, Verstümmelte Nachrichten (24-12-1931. Noticias deformadas) (1991) para barítono e instrumentos. El especializado cantante Otto Katzameier declamó, cantó, gritó y actuó a lo largo de un tour de force con ecos expresionistas en el que Kagel da rienda suelta a algunas de sus constantes: exposición de sonoridades antagonistas, continuos climax en el forte, teatralidad desbordante y compromiso social, compromiso que aquí nos llega en forma de un alambicado texto en el que el compositor argentino transita algunos episodios desgraciados de la historia reciente y nos los expone a través de la óptica deformada de textos empeñados en ver una realidad bien distinta. Rabia, vanguardia y militancia humana como dosis extra para los indocumentados que únicamente son capaces de ver la alianza con lo social en las pataletas vocales del amilanado cantautor de turno.

El primero de los dos días del Festival se completó, nuevamente con el Musikfabrik en escena, con un breve concierto que incluyó tres obras de Stockhausen. Comenzó el programa a gran intensidad con las repetitivas notas, a cargo de Benjamin Kobler, del Klavierstück IX (1962), continuó con la audición del bello y pionero Gesang der Jünglinge (El canto del adolescente) de 1955 ante cuya elección cabe interrogarse por la insistente presentación de esta bien conocida música en demérito de otras obras electroacústicas de Stockhausen de similar formato temporal como la espléndida y nada divulgada Telemusik (1966). El director portugués Emilio Pomarico regresó al escenario principal de la sala grande del Muzikgebouw para dirigir, sentado, a la manera de una ceremonia cuasi religiosa a la que nadie estaba seguro de haber sido invitado la imponente Kreuzpiel (1951), obra emblemática del serialismo, cargada de un tono intelectual y meditativo como solo el genio alemán era capaz de alumbrar. Obra de enfoque rompedor que supera el didactismo de su fórmula para llegarnos hoy, a más de medio siglo de su redacción, como un foco al que seguir regresando, como un peldaño mayor en la historia de la música del siglo XX.

Debo confesar que desconocía Orchestrion-Straat (1996), obra de Mauricio Kagel con la que dio comienzo la segunda de las jornadas del intenso encuentro en el Muzikgebouw de Ámsterdam. Pieza de adscripción holandesa (creada para el Asko Ensemble que también la interpretó aquí a las órdenes de Reinbert de Leeuw) en ella el músico se inspira muy libremente en las orquestinas callejeras y en las antiguas máquinas de música que podían encontrarse en el casco viejo de la capital holandesa. Dispuesto en situación diagonal a lo largo de todo el escenario, el ensemble despachó en 40 minutos de febril intensidad una escandalosa fiesta de ribetes populares y emocionante abstracción fruto de la mejor pluma kageliana. El sonido de los dos percusionistas agitando entre el público unas ruidosas huchas de latón (pidiendo la limosna final) mezclado con el fortissimo del Asko Ensemble supuso uno de los momentos más asombrosos del certamen. A pellicarse para recordarlo toca, máxime porque, de momento, no hay grabación disponible de esta música genial.


Pomarico dirige Kreuzpiel en el Muzikgebouw

Otro mundo diametralmente opuesto se ofreció pocos minutos después de los últimos compases de Orchestrion-Straat, el de Mantra (1970) de Karlheinz Stockhausen. Ubicados los dos pianos que habrían de ejecutar Ueli Wiget y Hermann Kretzschmar (ambos, teclistas del Ensemble Modern) en el Bimhuis (espacio superior del Muzikgebouw dedicado a conciertos de jazz e improvisación), la sala de convirtió durante casi 90 minutos en un opresivo habitáculo en el que el público asistió en riguroso silencio a la performance de aquellos dos músicos, de teatral gesto aterrado ante la abigarrada estructura sonora de Stockhausen, obligados a controlar el piano de un extremo a otro, a tocar el arpa del instrumento, a solventar la virtuosa dificultad impuesta para ejecutar también con las baquetas contra diferentes objetos percutibles y a atender al modulador de anillo. Música de casi religioso aspecto meditativo, hay en ella, además de una vertiginosa experimentación con las formas, una fusión de gestos del teatro no japonés (en las voces y gritos de los músicos) y un primer escalón hacia lo que serán constantes del ciclo lírico Licht. A partir de Mantra, Stockhausen tanteó la composición matemática, recurriendo a la proyección y multiplicación de una melodía simple, doble o triple mediante una fórmula concreta. El contrapunto visual de parte del puerto de Ámsterdam, conjuntamente con los raíles del tren y el metro -visible todo ello tras una gran cristalera- parecia el marco ideal para gozar con estos sonidos.

La escucha ciega de Morceau de concours (1972) para dos trompetistas invisibles a la audiencia y repartidos por dos puntos diferentes del espacio arquitectónico prologó otra de las sesiones Kagel de mayor interés. Centrados en el foyer del auditorio, el instrumentario de Exótica (1972) suscitó la expectación del público durante el comienzo de la jornada. En ella el compositor crea su propio folclore imaginario gracias a seis músicos que ejecutan un inmenso arsenal de instrumentos populares como el puk, el gong de Bali, la tabla, el dundun y otros. Los guerrilleros del Ensemble Modern interpretaron y cantaron las diversas melopeas y frases -escritas en lenguas inventadas- que alberga una partitura que toma muy libremente sus raíces en las músicas de África, India, Marruecos, China y la Patagonia. Obra clásica de la modernidad existen muy pocas posibilidades de disfrutar con el espectáculo que supone su puesta en escena por lo que cualquier representación de la misma debe ser tenida muy en cuenta por el aficionado, máxime si ésta viene en los atriles del Modern de Frankfurt.

El punto y final llegó con el Asko Ensemble y dos creaciones de Stockhausen. Una vez más nos asomamos al universo Klang, el último ciclo que nos legó Stockhausen. Tocó el turno de la décima hora, Glanz (2007) (Brillantez) para violín, clarinete y oboe principales y conjunto de fagot, trombón, trompeta y tuba. Como ya hemos apuntado en este mismo espacio, la presente serie es uno de los trabajos más desconcertantes del maestro alemán. En ella se encuentran obras de una abrasiva genialidad (la electroacústica Cosmic Pulses), piezas de querencia religiosa y novísimo tono naïf (Himmelfarth) y partituras de una excesiva y envarada discursidad académica (Hoffnung). Pues bien, Glanz está más cerca de este último núcleo. Dispuestos ante un triángulo de intenso color verde los solistas principales dieron a conocer una obra de escritura convencional, con atisbos tonales y una teatralidad muy poco natural. Hay en ella nuevos acercamientos a la melodía circular (y por ende al viaje de Michael alrededor de la tierra de Licht), coexisten chispas de gran música (el diálogo inesperado entre la tuba y el grupo) y se hilvanan ciertos pasajes de una plumbea indiferencia. Al igual que opiné tras el estreno en Lisboa de Hoffnung, Glanz también habrá de esperar a su futura edición en la Stockhausen Verlag para comprobar cómo evolucionan en la audición estas piezas.

Tras una pausa, el conjunto local Asko Ensemble, que hacía unas horas había ejecutado Orchestrion-Straat de Kagel, hizo lo propio con Orchester-Finalisten (1995-96) de Stockhausen. Decía el compositor que "las fórmulas musicales del ciclo Licht son como un código genético, por lo que éstas pueden derivar en obras muy diferentes". De tal modo cada pieza de este monumento operístico deviene en un hallazgo completamente distinto del anterior e inmediatamente diferente del posterior. En este caso concreto, segunda escena de Mittwoch aus Licht, los doce músicos concentrados han de someterse a una prueba de virtuosismo en solitario para ser fichados por una imaginarna orquesta. Para ello han de demostrar las capacidades de sus instrumentos pero también ser capaces de tocar en medio de circunstancias adversas (los sonidos electrónicos interfieren el solo de cada uno de ellos, la flautista interpreta completamente curvada, el tubista toca tumbado en el suelo y el contrabajista es asustado por un ser, suerte de alien, que le sorprende con un gong...). Stockhausen reivindica el humor y la belleza de hacer música, conceptos que establecen un paralelismo directo con Mauricio Kagel. Libertad frente a sistema, humor frente a rigidez, al final, como quedó demostrado con esta serie de -francamente- impresionantes conciertos los compartimentos estancos no son tales cuando se aborda la música de dos gigantes de la historia reciente. La última imagen: la de los músicos del Asko diseminados por los espacios comunes del Muzikgebouw epilogando la obra de Stockhausen, acaso como ángeles, acaso como los músicos fichados ya por la celestial orquesta de Stockhausen. Fuera, el frío, algunos grados bajo cero para marchar meditando sobre la maravillosa y envidiable situación cultural que disfrutan las grandes capitales de nuestra nunca bien ponderada vieja Europa.

Audición: Mikrophonie II. Members of the WDR Choir and of the Studio Choir for New Music, Cologne, cond. Herbert Schernus; Alfons Kontarsky, Hammond organ; Johannes G. Fritsch, timer; Karlheinz Stockhausen, sound projection. (Recorded 10 June 1965)

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