El Teatro Central de Sevilla.
Compilo en las siguientes líneas las diferentes críticas que he ido publicando en El Correo de Andalucía durante los pasados meses al respecto del Ciclo de Música Contemporánea del Teatro Central de Sevilla (que tiene su casi exacto reflejo en las respectivas jornadas del Teatro Alhambra de Granada). Hay una notable ausencia: la reflexión sobre el nutrido programa que el Ensemble neoArs presentó el 14 de abril de 2010 con obras de, entre otros, Enrique Busto, Iluminada Pérez Frutos y Francisco Javier Quintero. En él se pudo admirar, además de las excelentes maneras interpretativas de este prometedor conjunto, el magisterio que compositores como José María Sánchez-Verdú y Mauricio Sotelo vienen ejerciendo sobre las nuevas generaciones. Mi relativa vinculación con aquella jornada me hizo optar por no ser yo quien reseñara la ocasión. Por lo demás, y como puede deducirse al hilo de los siguientes textos, los responsables del ciclo Manuel I. Ferrand y Ángel Aparicio parecen haber retomado el timón perdido del encuentro con unas propuestas, las de este año, menos generosas en número, pero más concentradas en la difusión de la nueva música, sin contaminaciones gratuitas del pop, el jazz o las nuevas músicas que nada aportan a un encuentro como este, prácticamente único en sus características del que disfruta la ciudad de Sevilla.
Del piano y otros excesos gimnásticos. Carles Santos. 03/03/2010
Crítica del concierto que Carles Santos ha ofrecido en el Teatro Central de Sevilla inaugurando el Ciclo de Música Contemporánea
En sentido estricto nunca se había escuchado una manta de repetidos aplausos en la historia del Ciclo de Música Contemporánea del Central. No al menos cuando se ha programado música de vanguardia en lugar de devaneos poperos. Anoche Carles Santos tocó dos propinas y pudo haber caído alguna más. El público, formado por fieles del encuentro, entusiastas del valenciano y universitarios, cayó rendido ante el piano musculoso, virtuoso y lleno de excesos de este grande del teatro y la música.
En No al no Santos reinvidica la vanguardia, al menos su vanguardia, la que él tanto defendió en la década de los 70 como pianista. Su música hoy, pese a todos los ecos de los trabajos de Steve Reich, Michael Nyman o Wim Mertens que quieran buscársele, es poderosamente propia. No ha claudicado ante la posmodernidad, no se ha amilanado. No lo hemos perdido. Sigue vivísimo.
Santos fue trenzando una composición fuertemente repetitiva donde cupieron resonancias del piano minimalista, del piano teatral de la performance, del piano estructural de los años severos de la contemporaneidad. Y durante todas las secuencias él: martilleando una melodía con puños, insistiendo acordes con una pelota sobre las teclas, precipitando fortissimos y pianissimos, poniendo la coda, el Do de pecho final con la mismísima tapa del piano. El premio: Bujaraloz by night, hit de Santos, número 1 de la lista de éxitos de la modernidad española. Un concierto para el recuerdo
En No al no Santos reinvidica la vanguardia, al menos su vanguardia, la que él tanto defendió en la década de los 70 como pianista. Su música hoy, pese a todos los ecos de los trabajos de Steve Reich, Michael Nyman o Wim Mertens que quieran buscársele, es poderosamente propia. No ha claudicado ante la posmodernidad, no se ha amilanado. No lo hemos perdido. Sigue vivísimo.
Santos fue trenzando una composición fuertemente repetitiva donde cupieron resonancias del piano minimalista, del piano teatral de la performance, del piano estructural de los años severos de la contemporaneidad. Y durante todas las secuencias él: martilleando una melodía con puños, insistiendo acordes con una pelota sobre las teclas, precipitando fortissimos y pianissimos, poniendo la coda, el Do de pecho final con la mismísima tapa del piano. El premio: Bujaraloz by night, hit de Santos, número 1 de la lista de éxitos de la modernidad española. Un concierto para el recuerdo
Música refrescante. Ensemble Orquesta de Cadaqués. 17/03/2010
Crítica del concierto que el Ensemble Orquesta de Cadaqués ha ofrecido en el Teatro Central con música de Charles, Del Puerto y Maxwell Davies
¿Quien lo diría? Una pieza de la más rabiosa vanguardia como las Ocho canciones para un rey loco (1969) de Peter Maxwell Davies sigue sonando hoy plena de efectividad cuando es servida en una interpretación portentosa, como la que ofreció anoche en el Central el Ensemble Orquesta de Cadaqués, un valioso conjunto clásico que se está revelando como un formidable vehículo para la difusión de la nueva música.
Y si buena parte de su éxito se debió a la interpretación –en todo el sentido de la palabra– del barítono Leigh Melrose –¡cómo se nota su formación en la escuela teatral inglesa!–, que vivió y transmitió el máximo de esta fiera y heterogénea partitura, no es menos razón que Jaime Martín, el director de la formación, se desenvolvió con una naturalidad desarmante en estos difíciles pentagramas. Su gesto conciso y certero se acompañó en todo momento de una respuesta afilada de los estupendos músicos del conjunto, donde sobresalían importantes personalidades como la del pianista Ananda Sukarlan, el percusionista Miquel Bernat y el clarinetista Salvador Salvador, todos ellos especialistas en la ejecución de música contemporánea.
De David del Puerto nos llegó 1/6 Plugged (2008) una original composición para guitarra eléctrica y conjunto en la que el creador intervino, sorpresivamente, como solista. No es una música redonda y sus primeros compases son francamente mejorables, pero el empleo del instrumento como sintetizador y los paréntesis estáticos en los que la guitarra es abordada como generador de un sonido masivo y planeante –en la estela de Glenn Branca– la hacen disfrutable. Unstable surface (2004) de Agustí Charles fue un ejemplo de la escritura escolástica, con climax bien planeado, pero muy lastrada por el pasado.
Esencial Carter. Cuarteto Pacifica. 24/03/2010
Crítica del concierto que el Cuarteto Pacífica ha ofrecido en el Teatro Central con obras de Elliott Carter
Es Elliott Carter (1908) el gran compositor clásico vivo? Posiblemente. No es –no lo ha sido nunca– ni el más vanguardista ni el más conservador y, justo por ello, se ha erigido en una figura seminal en la historia de la música del siglo XX y aun del XXI. Increible, todavía sigue componiendo, baste indicar que su primera y única ópera hasta ahora –What’s next?– la gestó con 99 años.
El nortamericano Cuarteto Pacifica hizo su debut en España con un programa en el que emparejó el Primer (1951) y el Quinto (1995) Cuarteto de Carter. Entre uno y otro por más que medien años la evolución estética ha sido tranquila y casi podría afirmarse que el Primero es mas agitado y arisco que el punzante y extendido Quinto.En un caso u otro ambas son grandes obras cuyo vigor y poder comunicativo es más que suficiente como para concitar la emoción. En ello se empeñaron los cuatro instrumentistas del Pacifica con unas versiones robustas, henchidas de contrastes y con un ejemplar lucimiento de cada voz sin que se resintiera la labor de conjunto que siempre ha de primar.
A pesar del beneplácito del propio Carter hacia estos músicos, el Cuarteto Arditti sigue reinando en este repertorio, revistiendo de mayor modernidad y acidez estos pentagramas. Pero el lujo que supuso tener en Sevilla a esta incipiente formación “made in USA” quedará como un gran acierto en la historia del Ciclo de Música Contemporánea. Al otro lado del Atlántico, Carter puede sentirse orgulloso: cada vez hay más intérpretes que defienden su creación.
Chispazos energéticos. Amores Grup de Percussió. 07/04/2010
Crítica del concierto que el Grupo Amores ha ofrecido en el Teatro Central dentro del Ciclo de música contemporánea con obras de Stockhausen, Xenakis y Zappa
Si hay un instrumento que caracterice mejor que ningún otro la música del siglo XX ese es la percusión. Por eso nunca debería faltar en el Ciclo de música contemporánea del Central ningún año un ensemble consagrado a estos instrumentos. Si en 2009 lo visitaron Los Percusionistas de Estrasburgo con un programa carente de todo interés, este ha sido el valenciano Grupo Amores el encargado de poner la nota percutiva.
No obstante, y aunque la altura interpretativa fue del máximo nivel, las obras elegidas bien podrían haber sido otras. ¿Qué es eso de una versión propia de Okho, de Iannis Xenakis? ¿A qué justificación obedece tocarla con bombos en vez de con los djembes solicitados por el compositor? Se perdió así gran parte de su encanto sonoro por mas que los miembros de Amores la ejecutaron con total convicción, coordinación y con una sencilla pero correcta puesta en escena.
Con Stockhausen se vivieron momentos mágicos. Ojalá Amores pueda presentarnos alguna vez la obra zodiacal Tierkreis en su integridad, y no una selección de tres números. La percusión, junto con las cajas de música, es el ámbito adecuado para el desarrollo de esta pieza que se mueve en el terreno de la ensoñación.
La versión de los valencianos es, de lejos, una de las más hermosas que ha conocido una partitura que no demanda ni la exageración con la que la abordan algunos grupos ni la concreción severa de otros solistas.
Programar a Frank Zappa no deja de ser una concesión al público joven. La música del rockero, más allá de su aparato rítmico, no tiene interés. La Suite Zappa que ofrecieron -un invento de Amores- funciona bien, tiene chispazos de energía (duelo de marimbas, teclado midi) pero en otros da la sensación de estar asistiendo a un híbrido inconexo que tanto suena a Zappa como a Pink Floyd o Pat Metheny.
Clásicos retadores. Zahir Ensemble. 05/05/2010
Crítica del concierto que Zahir Ensemble ha ofrecido en el Teatro Central con obras de Boulez, Sánchez-Verdú y Antheil.
Desde 1953 hasta 2010, cuenten ustedes los años que han tenido que transcurrir para que El martillo sin dueño, una de las obras centrales de la música del siglo XX, debida a Pierre Boulez, conociese su estreno en Sevilla. Son oportunidades como éstas las que hacen brillar y dan su razón de ser a un Ciclo de Música Contemporánea, el del Teatro Central, que este año está dando unos frutos añorados durante mucho tiempo.
El conjunto sevillano Zahir Ensemble ejecutó una versión de radical concisión, imbuída quizás por la primera e histórica grabación que el propio Boulez realizara para la CBS. Más de medio siglo han pasado por estos pentagramas y en todo este tiempo, su sonido, de un feroz estructuralismo, sigue inmáculo y radical. La mezzo Marie-Annick Beliveau contribuyó a la dicha del éxito pese a un timbre de irregular gusto.
El conjunto sevillano Zahir Ensemble ejecutó una versión de radical concisión, imbuída quizás por la primera e histórica grabación que el propio Boulez realizara para la CBS. Más de medio siglo han pasado por estos pentagramas y en todo este tiempo, su sonido, de un feroz estructuralismo, sigue inmáculo y radical. La mezzo Marie-Annick Beliveau contribuyó a la dicha del éxito pese a un timbre de irregular gusto.
De sesgo estético opuesto, el Ballet Mecánico de George Antheil, escrito en 1924, es una oda al futurismo, también a una modernidad que pasaba por el elogio de la Revolución Industrial, del más difícil todavía. Con ecos presagiadores del ulterior movimiento repetitivo, la partitura, inmensa (con pianos, percusiones, pianolas, hélices de avión, sirenas...), se benefició de una interpretación vertiginosa, con el acento puesto muy específicamente sobre su cariz minimalista, calibrando soberbiamente el plano melódico y el puramente rítmico, y llevando el sonido al máximo paroxismo mientras que en la pantalla era proyectado el filme original del artista plástico Fernand Leger.
Dos mundos contrapuestos, el de Antheil y el de Boulez, dos aventuras clásicas que permanecen vivas y retadoras. Dos ejemplos sin parangón de la inmensa aventura estética y emocional que depara la música de vanguardia.
Un ADN nuevo. Taller Sonoro. 13/05/2010
Crítica del concierto que Taller Sonoro ha ofrecido en el Teatro Central clausurando el Ciclo de Música Contemporánea con obras de Neuwirth y Romitelli
Punto y final del Ciclo de música contemporánea del Teatro Central. Una obra ambigua, multicromática, erizada, heterogénea, psicodélica y luminosa como el Professor Bad Trip de Fausto Romitelli (1963-2004) resume en sí misma la gozosa experiencia de la música de vanguardia. Ajena a escuelas, distanciada de dogmatismos, el compositor italiano inventó en sus 45 minutos de duración un nuevo ADN de la contemporaneidad, un lenguaje energético y con sutiles ecos del rock que permitió alumbrar esta obra, la que mejor resume el lenguaje romitelliano.
Taller Sonoro, que celebra 10 años de compromismo con la música de hoy, se acercó a ella con un compromiso encomiable. Volvieron a demostrar que sus atriles se nutren de un puñado de excelentes músicos capaces de afrontar un reto como este. Sin embargo, ante una partitura así habría que pedirles un ir más allá de las notas. Su Professor Bad Trip quedó bien dicho, pero precisó de una mayor dosis de sugerencia, de lisérgico derroche de sonido.
A la música le faltó fluidez y densidad, un binomio certero para dar con el punto de vitriólico paisaje urbano que define las notas de Romitelli. Acaso para ello Taller Sonoro debería plantear la posibilidad de invitar a un director profesional que haga algo mas que clarificar compases y entradas, algo válido en según que partituras, pero insuficiente si además de leer se aspira a aportar ese chispazo de personalidad que piden a gritos artefactos sonoros como este Professor.
Comenzó el programa con Fondamenta, irregular partitura de la compositora Olga Neuwirth, un nombre importante del ámbito de la música actual. El tono especulativo y dubitativo de los pentagramas quedó aquí algo desvaído ante una ejecución nuevamente plausible pero falta de ese ambiente quedo y entrecortado de su música.
Taller Sonoro, que celebra 10 años de compromismo con la música de hoy, se acercó a ella con un compromiso encomiable. Volvieron a demostrar que sus atriles se nutren de un puñado de excelentes músicos capaces de afrontar un reto como este. Sin embargo, ante una partitura así habría que pedirles un ir más allá de las notas. Su Professor Bad Trip quedó bien dicho, pero precisó de una mayor dosis de sugerencia, de lisérgico derroche de sonido.
A la música le faltó fluidez y densidad, un binomio certero para dar con el punto de vitriólico paisaje urbano que define las notas de Romitelli. Acaso para ello Taller Sonoro debería plantear la posibilidad de invitar a un director profesional que haga algo mas que clarificar compases y entradas, algo válido en según que partituras, pero insuficiente si además de leer se aspira a aportar ese chispazo de personalidad que piden a gritos artefactos sonoros como este Professor.
Comenzó el programa con Fondamenta, irregular partitura de la compositora Olga Neuwirth, un nombre importante del ámbito de la música actual. El tono especulativo y dubitativo de los pentagramas quedó aquí algo desvaído ante una ejecución nuevamente plausible pero falta de ese ambiente quedo y entrecortado de su música.
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