Teatro Central. Foto: Jasmin Bauer (Flickr) |
Quedé aquí constancia tras un nuevo curso, lo que de sí ha dado el Ciclo de Música Contemporánea del Teatro Central de Sevilla en su edición de 2012, cuya valoración global pasaría por ser de las más notables de los últimos años. Todos los textos fueron publicados originalmente en las ediciones papel y web del periódico El Correo de Andalucía.
Bach, Kurtàg y los demás
Teatro Central. 7 de marzo. Programa: Obras de Jörg Widmann, Tan Dun, Philip Glass, Johann Sebastian Bach y György Kurtág. Intérpretes: Cuarteto de Leipzig.
Teatro Central. 7 de marzo. Programa: Obras de Jörg Widmann, Tan Dun, Philip Glass, Johann Sebastian Bach y György Kurtág. Intérpretes: Cuarteto de Leipzig.
Arrancó, con todo lo que esto conlleva de celebración, más en los tiempos que corren, más tratándose de una propuesta de elevado peso cultural y poca trascendencia mediática, el ya veterano Ciclo de Música Contemporánea del Teatro Central de Sevilla. Y lo hizo con un programa que, sobre el papel, no ofrecía una gran cohesión, al menos en su primera parte. No fue así.
Las tres primeras obras funcionaron como un escaparate de tendencias de la modernidad. Del iracundo a la par que juguetón Cuarteto nº3 de Widmann -con su alusión clasicista al tema de la caza, su melodía deconstruida y su despliegue de recursos de la pos-vanguardia- al minimalismo domesticado del Cuarteto nº2 'Company' de un Philip Glass que se reconoce en cada esquirla de la partitura pero que no ofrece gran cosa más allá de una agradable liviandad. En medio, los Eight Colors de Tan Dun no era lo que esperábamos del compositor chino. Es como si se hubiera asomado por una ventana a la Viena de comienzos del siglo XX y se hubiera propuesto escribir 'algo así'. No sonó mal, con todo, y tiene colores/movimientos de gran belleza.
En la segunda parte se comprobó lo que ya se intuía, lo bien que le sienta a la ora crispada ora tenue música del siempre muy serio Kurtag el diálogo con un titán no menos envarado, Bach. Los 12 Microludios del húngaro se alternaron con una selección del Arte de la Fuga del alemán creando sinergias fabulosas. A todo esto contribuyó la aportación, portentosa, comprometida, del Cuarteto de Leipzig, una formación que abraza un repertorio enorme y que, ahora sabemos, puede hacer (cierta) competencia en estos senderos al todopoderoso Cuarteto Arditti desde una óptica más serena.
ensemble LUX
Poética de la extinción
Teatro Central. 14 de marzo. Programa: Obras de Haas, Furrer, Lachenmann y Freisitzer. Intérpretes: ensemble LUX.
¿Música o ruido? La pregunta, por más que pasen los años, estuvo en el aire tras la audición del Gran Torso de Lachenmann. Sin dudarlo, lo primero. Es música de la extinción, un poema sonoro tortuoso que parece describir un paisaje en ruinas. Con chasquidos, crepitaciones y murmullos el alemán construyo en 1978 una obra maestra implacable y retadora, como pocas existen en la apasionante aventura de la vanguardia.
El austriacto Ensemble (¿Cuarteto?) LUX ofreció un programa valiente y de una densidad sin parangón. Atendimos luego las micropolifonías del Cuarteto nº2 de Georg Friedrich Haas y la escolástica especulativa del Cuarteto nº3 de Furrer. Sus versiones sonaron comprometidas y esmeradas, acaso un punto yermas de tensión en los pasajes más silentes. Pero el público, asombrado, aplaudió con fruición la osadía del conjunto.
Ensemble ascolta
La mejor carta blanca
Teatro Central. 11 de marzo. Programa: Carta blanca a Elena Mendoza. Obras de Nuria Núñez, Manuel Rodríguez y Elena Mendoza. Intérpretes: Ensemble Ascolta.
De todas las cartas blancas que en el Ciclo de Música Contemporánea del Central se han dado a compositores españoles, la protagonizada el miércoles por la sevillana Elena Mendoza (1973) ha sido la más interesante desde un doble punto de vista: estético e interpretativo. Desde luego, el alemán Ensemble Ascolta está plenamente familiarizado con los lenguajes puestos en liza por los tres autores protagonistas del encuentro.
Nuria Núñez (Málaga, 1980) estrenó Der rote faden I. Su filiación germánica no viene únicamente determinada por su residencia en Berlín, si no por el propio carácter sonoro de su música, enraizada en los planteamientos de un Lachenmann pero capaz de relajar el discurso con la introducción de gestos prestados del arte sonoro. En ello incidió también Spuren, de Manuel Rodríguez (1980), más agitada y heterodoxa en su planteamiento y con una admirable ordenación de diversos ruidos erigidos en sorpresivos y muy musicales ingredientes de la composición.
En Contextos, Elena Mendoza realiza una soberbia exploración del trombón con pasajes murmurados que, por sí solos, bien podrían configurar una text-sound composition. Terminó el concierto con Fragmentos de un teatro imaginario. No hemos escuchado íntegramente su ópera Niebla, pero de todo lo atendido -en concierto, en Sevilla, y en disco- esta es la propuesta que más nos ha interesado. A medio camino entre la performance y con algún guiño indisimulado a Fluxus, la partitura, indagativa y casi siempre a media voz, equilibra su interés en lo puramente sonoro y en lo escénico. Los músicos de Ascolta cerraron un concierto formidable y a nosotros nos da por pensar que nunca la Cátedra Manuel de Falla dio a luz obras tan representativas del momento actual de la música de vanguardia como las escritas por Núñez y Rodríguez.
Dimitri Vassilakis
El piano (clásico) de ho
Teatro Central. 2 de marzo. Programa: Obras de Boulez, Strauch, Matalon, Posadas y Ligeti. Intérprete: Dimitri Vassilakis, piano.
Teatro Central. 2 de marzo. Programa: Obras de Boulez, Strauch, Matalon, Posadas y Ligeti. Intérprete: Dimitri Vassilakis, piano.
Se apuntó otro tanto El Central invitando al pianista Dimitri Vassilakis, nombre fundamental de la interpretación de la música de nuestro tiempo. Suya es una grabación modélica de los Estudios de Ligeti, y en el concierto ofreció una buena panorámica de ellos a través de siete piezas, con algunos de los mejores logros del piano de la modernidad. El músico greco-francés objetivizó las partituras y afrontó los pentagramas de una óptica algo distante, aunque inconmensurablemente virtuosa.
Su filiación con el Ensemble Intercontemporain se percibió en el buen hacer con las obras puntillistas, ágiles, de una abstracción férrea y robusta, ya clásicas por más que todavía únicamente difundidas en circuitos especializados de Pierre Boulez, aunque hubiéramos preferido el abordaje de alguna de sus tres Sonatas en lugar de las más insustanciales creaciones que son las 12 Notations e Incises. A las obritas de Strauch y Matalon, Vassilakis les extrajo todo el caudal de posibilidades, aunque musicalmente nos parecieron algo yermas. La Memoria de no existencia de Posadas rompió la relativa convencionalidad sonora del programa. Lectura superlativa y de densas resonancias, pero el encargado de la difusión de la parte electrónica la mantuvo en un segundo plano, a muy bajo volumen, volatilizando la pretensión del compositor de lograr la confusión tímbrica entre ambas entidades (piano y cinta).
Carles Santos & Cabo San Roque
La máquina venció a todos
Teatro Central. 12 de mayo. Programa: Maquinofobia pianolera. Intérpretes: Carles Santos & Cabo San Roque.
Lleva algún tiempo el compositor y dramaturgo Carles Santos centrado en el piano proponiendo espectáculos que, sin perder su consustancial y personalísima vis teatral, se vehiculan poderosamente alrededor del instrumento. Este recién parido no era una excepción. Si acaso la novedad estaba en la colaboración puntual que el de Vinaroz ha establecido con el grupo de pop experimental catalán Cabo San Roque.
Ruidoso y descacharrante híbrido entre la música contemporánea y el rock, Maquinofobia pianolera propuso en algo menos de 60 minutos un duelo entre el piano de Santos, una inmenso artefacto semi-autómata musical cuyas vísceras adquieren la forma de piezas de un piano, acordeones de juguete, tubos de ensayo químicos, ventiladores y otros despieces, y otro pequeño arsenal de instrumentos varios, entre ellos una guitarra eléctrica.
El habitualmente brillante Carles Santos no parece haberse implicado mucho en la reunión y su partitura está muy lejos del talento con el que casi siempre nos saluda. Suda lo suyo, derrocha una insistente miríada de acordes repetitivos y juega a la bronca con los Cabo San Roque. Estos por su parte gritan ráfagas de voz inconexas y hacen arreciar con fuerza sus instrumentos. En medio, la máquina desarrolla distintos patrones rítmicos, de vez en cuando establece chisposos diálogos con el piano, y forma mucho jaleo. Ella es la protagonista y la que acaba imponiéndose, el robot fagocitó a sus creadores. Eso es lo más divertido de esta inocua propuesta que despertó tanto alborozo como indiferencia. Por si las dudas, si les pilla cerca, no se la pierdan.
El reverso neo de la música de hoy
Teatro Central. 16 de mayo. Programa: Obras de Adams, García Rodríguez y Vadillo. Intérpretes: Zahir Ensemble.
Teatro Central. 16 de mayo. Programa: Obras de Adams, García Rodríguez y Vadillo. Intérpretes: Zahir Ensemble.
Formidablemente escrita y mortalmente anodina. Así es la Son of Chamber Symphony de John Adams (1947), compositor cuyo talento e inventiva pareció agotarse en 1987, fecha en la que escribió su imponente ópera Nixon en China, representativa de un minimalismo neoromántico cuyo interés nació y murió en aquella obra. Zahir Ensemble, con todo, mimó la partitura y entregó una versión de notable pulso rítmico que contó con el aporte en el primer violín del ex director de la Orquesta Joven de Andalucía, Michael Thomas.
El director del grupo, Juan García Rodríguez (1974), fue también el autor de Atlantis, pieza especulativa y de estética germánica que atraviesa numerosos estadíos y que desprende una sonoridad orgánica fuertemente atrayente a la que nada convino un pasaje central preso de un inesperado lirismo. El chelista Dieter Nel ofreció una lectura esmerada en su cometido y en el que le deparó también Arrayán, de Eneko Vadillo (1973). No acaba de despegar la música del malagueño. Y tanto esta como la otra partitura en liza -Transparences- se desplegaron ante el oyente sin que los comprometidos músicos de Zahir pudieran enmascarar la convencionalidad de un discurso de concisa y académica abstracción al que se le advirtieron sus numerosas costuras, como si Vadillo no fuera capaz o no quisiese mostrar una voz personal.
Taller Sonoro
En los límites de la música
Teatro Central. 23 de mayo. Programa: Obras de Momi, Levy, Czernowin, Saunder y Francesconi. Intérpretes: Taller Sonoro.
Hay algo que siempre habrá que agradecerle a los músicos sevillanos de Taller Sonoro y es esa búsqueda constante en pos de territorios inestables en los que la obra se transforma en creación inquieta, a menudo inabarcable con una sola definición, partituras arriesgadas que (casi siempre) miran al futuro. On the limits of reality, título del programa que presentaron para cerrar el notable Ciclo de Música Contemporánea del Central de esta temporada, planteó un ramillete de obras en las que la guitarra eléctrica -a cargo de un implicado Antonio Duro- ejercía cierto protagonismo.
El programa comenzó con Ludica II (2009) de Marco Momi, obra que, fiel a su título, desplegó sonoridades explosivas a través un discurso asentado en el desparpajo tímbrico. Nos aburrió en parte la escolástica de Fabien Levy y su obra Risâla (2008), que tras una primera parte de ecos estructurales, cayó en una segunda de tono reposado que nada dialogaba con el segmento precedente. Drift (2008), de Chaya Czernowin, era el golpe maestro del programa.
Junto con Olga Neuwirth, Rebecca Saunders y Elena Mendoza, la israelí es una de las compositoras más audaces y radicales en lo compositivo de la escena actual -recupérese en el dvd de Mode su desasosegante ópera Pnima... ins Innere-. Su pieza, Drift, tiene una duración exacta y su vitriólico y alucinógeno sonar magnetizó desde el primer instante. Justo lo contrario de la más abstrusa Saunders, de la que nos llegó la interesante y explorativa Vermillion (2003). Se concluyó con Strade paralelle (2007), del irregular Luca Francesconi que aquí invoca mediante un vídeo a Marx mientras que en lo instrumental se mostró más convencional, al menos visto en el conjunto del recital, aunque digna de una audición. Más si esta se da con la convicción y el trabajo previo que Taller Sonoro supo una vez más entregar. Si el pasado año se equivocaron con un recital desvaído -Angelus Novus- estos límites guitarreros de la realidad deberían conquistar más auditorios, subyugando a los oídos despiertos.
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