¿Es Nikolaus Brass (1949) un compositor de segunda fila, un creador
de culto situado al margen de los márgenes o un nombre, el suyo, simplemente mal comunicado? Desde
hace algún tiempo sellos como Col-Legno y NEOS vienen prestando esmerada atención a la
obra de este bávaro casi inédito que, prácticamente sin asomarse más allá de los generosos contornos culturales
germánicos, es autor de una música del máximo interés, en ocasiones, de una
prodigiosa inspiración que, como veremos, se asienta estéticamente no lejos de
Morton Feldman aunque aderezado con un mordiente intelectual muy alemán, por otra parte.
Enormemente desconocido, estamos ante un compositor a la
vieja usanza que, por propio azar biográfico, no anda lejos de un Charles Ives.
Agente de seguros el norteamericano, médico en ejercicio quien nos ocupa,
Brass es, por decisión propia, un autor al que no parece interesarle ni la
trascendencia ni, al menos hasta época reciente, la difusión de su música.
Profundamente humanista –como se desprende del aparato filosófico que respalda
cada creación suya- el compositor, alumno de Helmut Lachenmann, no parece haber
heredado de aquel más que su ferviente militancia en componer liberado de
cualquier dictado. Tal y cómo indicaba Francisco Ramos en su reseña del primer
volumen de la integral de sus Cuartetos de cuerdas –que habrá de continuarse en
el sello NEOS- en la revista digital Espacio Sonoro, “no será hasta el
concienzudo estudio del legado de Feldman cuando Brass tenga una idea clara de
la estética que habría de adoptar”.
De las dos piezas de amplio aliento que presenta el presente
registro, Von wachsender Gegenwart (Del
presente en expansión) (2006) para 18 instrumentos de cuerda es la de menor
calado. Es música de gran concentración y considerable estatismo que, sin
embargo, nos parece no ser capaz de sobresalir de la dramática brumosidad que
despliega en su comienzo. Magistralmente concluida, Brass aboca a una agónica
extinción el sonido mediante el apagamiento de todas las fuerzas con un primor
artesanal, como si uno a uno, todos los intérpretes mediante diversos
procedimientos enmudecieran sus instrumentos.
Hay en la partitura veladas referencias a Beethoven y a la idea,
expresada por el musicólogo Carl Dahlhaus, de la “suspensión del desarrollo
lineal del tiempo”. Pero el músico dilata en exceso la proposición y enfatiza
en exceso algunos pasajes. Es obra de interés, sin duda, pero está lejos de
los grandes logros que hemos advertido en Brass en piezas como su Cuarteto nº2 y Void II (2001) -ambas editadas fonográficamente-.
Nikolaus Brass. |
Precisamente Zeit im Grund (El tiempo como fondo) (2008)
constituirá una de sus creaciones más sobresalientes. “No se puede componer
sin alguna intencionalidad detrás. Sin embargo, durante los últimos años, la
concepción de mis actos compositivos ha ido centrándose cada vez más en una
atención despojada de intencionalidad frente al potencial de metamorfosis,
evolución y muerte que revelan los “materiales sonoros””. En ese sentido, los
casi 40 minutos de la partitura hablan del carácter orgánico de la misma.
Escrita para dos clarinetes y orquesta de cuerdas, los instrumentos de
viento-madera se erigen de tal modo en protagonistas que estaríamos hablando,
efectivamente, de un concierto en términos clásicos.
Los tres primeros acordes
que al unísono interpretan los dos clarinetistas –aquí el ejemplar dúo
Zelinsky/Smeyers- remiten inmediatamente al mundo de claroscuros feldmanianos,
sensación que acrecienta después la entrada de la orquesta. Pronto el discurso
comenzará a despegarse de la seductora gramática del genio de Buffalo para
hacernos encontrar con el aporte de Brass, a saber, texturas que hayan una
mayor alternancia y muy escaso, o nulo, gesto dramático (a diferencia de la
asfixiante severidad de las piezas ‘concertantes’ de Feldman). Es la del alemán
una música más gélida que se rehace y se borra con breves recursos al silencio.
No habíamos advertido en la generación posterior al autor de Palais de Mari una
asimilación tan personal de su legado. Antes que de exacto epígono, con
Nikolaus Brass hablaríamos de arriesgado continuador de unas maneras
compositivas que, pasmosamente, no han encontrado perpetuidad en otras voces.
Audición: Zeit im Grund (fragmento)
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