Audición: Fragmento 3 |
En muchos sentidos el virtuoso Solo for piano (1957-58)
constituye la culminación de los experimentos con indeterminación que realizó
John Cage (1912-1992) en su obra. Hasta ahora disponíamos de la histórica
grabación que realizara David Tudor, reeditada en 1993 por Ear-Rational Records
en un registro hoy inencontrable [pero que puede escuchar en YouTube], y de la valiosa
interpretación registrada en el cuarto volumen de la integral de MDG por
Steffen Schleiermacher. Hasta no hace demasiado, el aporte fonográfico del
pianista alemán lo teníamos por referencial. Pero he aquí que la pianista
muniquesa Sabine Liebner ha empezado a proponer
en NEOS y Wergo nuevas ediciones de páginas como la Music for piano 1-84, ASLSP, One o los Etudes Australes [comentados aquí] de una mayor profundidad e implicación sonora, trazando interpretaciones más profusas y tímbricamente convincentes, como si al no tener la premura de redondear una integral, se le permitiera acometer con mayor delectación cada trabajo que decide llevar al disco. Además, Liebner, en una breve conversación que pude mantener con ella tras la ejecución del segundo cuaderno de los Etudes Australes en Colonia (Forum Neuer Musik, abril 2011), comentó que sólo tenía intención de grabar aquellas obras cageanas con las que ella se sintiera identificada como intérprete, entre las que no están, por ejemplo, las que compuso para piano preparado.
en NEOS y Wergo nuevas ediciones de páginas como la Music for piano 1-84, ASLSP, One o los Etudes Australes [comentados aquí] de una mayor profundidad e implicación sonora, trazando interpretaciones más profusas y tímbricamente convincentes, como si al no tener la premura de redondear una integral, se le permitiera acometer con mayor delectación cada trabajo que decide llevar al disco. Además, Liebner, en una breve conversación que pude mantener con ella tras la ejecución del segundo cuaderno de los Etudes Australes en Colonia (Forum Neuer Musik, abril 2011), comentó que sólo tenía intención de grabar aquellas obras cageanas con las que ella se sintiera identificada como intérprete, entre las que no están, por ejemplo, las que compuso para piano preparado.
El sello Wergo propone como novedad absoluta la ejecución
más extensa conocida hasta la fecha de Solo for piano. Casi 70 minutos son los
que tarda Liebner en cerrar la partitura. Obra emancipada del Concert for
piano and orchestra (1957-58), la redacción del Solo parte de los
procedimientos de determinación de los diferentes parámetros compositivos a
través del I Ching puestos en práctica por primera vez en la Music of changes
(1951) pero fracturando además la notación convencional. La página que nos
ocupa alcanza pues una mayor cota de indeterminación, ya que esta no afecta
únicamente al acto compositivo, también al puramente performativo. La partitura
alberga 63 páginas con un total de 84 estructuras gráficas en donde la notación
reconocible se mezcla con una serie de indicaciones que no son musicalmente directamente reproducibles. Dirá Cage que lo que se le ofrece al intérprete es “una
propuesta”: “Ejecutar más o menos rigurosamente todas las indicaciones será tan
válido como optar por no hacerlo” (J. C., Composition in Retrospect /
Cambridge/Mass, 1993).
Este ejemplo musical de “anti-arte” –si nos atenemos a la
negativa consideración con la que Pierre Boulez despachó el corpus ‘indeterminado’
de Cage- es abordado por Sabine Liebner con una delectación tal que el oyente
asiste expectante a cada nuevo evento que la pianista despliega de manera
morosa, como queriendo contemplar con lupa cada momento del listado de
sugerencias que le ofrece Cage. La pieza, que surgió del estímulo de Tudor por
desarrollar una composición altamente compleja, concentra además numerosos
procesos compositivos disímiles que han de ser clarificados por el intérprete,
originando así una “obra-crucigrama”, al decir de la teclista. No obstante,
antes que continuar la senda cerebralista de Schleiermacher, quien subraya la
aridez mediante la elección de un limitado número de recursos tímbricos –entre los
que destaca el poco aprecio por el pedal-, Liebner parece mirar al Morton
Feldman de las primeras páginas pianísticas y deja a los sonidos existir en el
ambiente hasta su extinción.
La intérprete además implementa su versión (término que ante
trabajos como este adquiere verdadero sentido) con legítimos recursos como tocar el arpa del
piano utilizando además un arsenal de pequeños objetos (cuerdas, papeles,
globos, espinas de cactus, indisimulado guiño a la bella página Child of tree
(1975)) que hace sonar en conjunción y en soledad, confiriéndoles un
protagonismo inédito, ciertamente provocador. Su actitud ante este Solo for
piano se nos antoja la más libérrima, plástica y confortable de cuantas
conocemos.
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