¿Acaso un músico como Wim Mertens (1953) necesita ser reivindicado?
Probablemente, no. O desde luego no más que cualquier otro compositor
consagrado a la música avanzada. La del belga lo es, pero no en el sentido que
dicta la vanguardia y sus derivaciones estrictamente contemporáneas. Adscrito
más o menos ortodoxamente al minimalismo –aunque él hace mucho que no emplea
tal calificativo para referirse a su obra-, Mertens, con más de un centenar de
discos publicados, y una cantidad ingente de conciertos ofrecidos, continúa
siendo uno de los creadores más inquietos, originales y fieles a un estilo (el
suyo propio) del panorama actual. Afirmación esta que, estamos convencidos,
provocará no poco rechazo en quienes, erróneamente, ven en él a poco más que un
artista pop.
Desde luego hay en su obra y en sus recitales un cariz
abiertamente pop (entendiendo el término también en su amplitud sociológica).
Pudo advertirse sólo hace unos días en el concierto que ofreció en el Gran
Teatro Falla de Cádiz. Mertens lleva al directo sus temas breves (nunca
superiores a los 12-15 minutos, pese a que tiene partituras que alcanzan las
tres horas), sus piezas evidencian desarrollos y reiteración de estribillos
instrumentales y usa (y, a nuestro juicio, abusa de una excesiva
amplificación). Sin embargo, el grueso de su creación continúa pareciéndonos
más libre, zigzagueante, fresca, que la de, por referirnos a músicos razonablemente
afines, Michael Nyman o Philip Glass. También
que la de Yann Tiersen, este sí, músico que abraza el pop (en su peor acepción)
y que, además, llega tarde con su obra a todos los lugares que allana.
Mertens salió al escenario del Falla, que no pisaba desde
hacía 20 años, acompañado por el violonchelista Lode Vercampt y por el clarinetista y saxofonista Dirk Descheemaeker (muy vinculado a la música contemporánea). Su
promotora de conciertos en España, Syntorama, debería animarle a retomar en una
próxima gira los recitales a solo o, en su defecto, con un conjunto mayor de
músicos (lo que, en las circunstancia actuales, dificultaría obviamente su
contratación), pero son ya varios años los que lleva el de Neerpelt tocando en
nuestro país con el mismo formato. Durante más de una hora despachó siete de
los ocho temas de los que consta su último trabajo discográfico A starry wisdom,
un ciclo para gran ensemble que se vio aquí rehecho para un conjunto de sólo
tres solistas. “Si la música refleja de alguna forma lo que estamos viviendo y
va más allá de una obra, entonces la gente tendrá la capacidad de conectar con
el concepto mismo de la composición, y la pieza podrá interpretarse una y otra
vez, cada vez de manera distinta”, decía el músico días antes en una entrevista
publicada por el Diario de Cádiz. En la misma, la periodista, elegía un titular
que retrata perfectamente al artista que nos ocupa: “El juego debería ser el
rasgo distintivo de la música”.
Por ello quizás todo el repaso A starry wisdom nos pareció
un juego, una aproximación a veces más afortunada que otras a unas lúdicas
composiciones en las que la repetición y los cambios de ritmo se erigen en ejes
sobre los que pivotan unos pentagramas que , en formato de trío, mostraron un
look mucho menos acabado. La sensación de espontaneidad fue, desde luego mayor,
no así la perfección en la exposición. Hubo puntuales acoples instrumentales y
frases que no acabaron de estar concertadas. Y en todo ello mucho de la
práctica del jazz, aunque estilísticamente muy poco hay en Mertens de esto, más
allá de un gusto casi hedonista por los ritmos sincopados. Con la composición Ausgedehnt,
de febril intensidad y brillante coda, también momentáneamente coincidente con
el tema El arca de Noé de José Nieto, concluyó la primera parte.
Vino después una segunda mitad breve en apariencia, sólo
cinco temas antes de que los aplausos y vítores fueran arrancando otras cuatro
piezas. Sonaron, entre otras, Inergys, Close cover y Struggle for pleasure, rompiendo así la
merteniana tradición de dar por concluido el recital al hacer sonar la segunda
de ellas. Siempre he visto a Mertens poner el público en pie. En Cádiz tampoco
le falló. Como tampoco nos privó él de su eufórica voz de contratenor (ya
bastante menos rica en agudos que en la época de ese monumental disco que es
Der heisse brei (2000)), un cantar abstracto lleno de aliteraciones, una forma
de comunicar con el oyente directa y sin estar emborronada por mensaje
alguno. No parece que el belga esté
lejos de esos músicos que con sus mantras aspiran a producir cierto estado de
trance en quienes les escuchan. Su
música, como su voz, parece emanar de una dimensión no conocida, no adscrita a
ninguna forma musical. Música la de Mertens extraña, imperfecta, poderosamente
subyugante. A veces uno llega a creer que nunca ha dejado de estar allí, ante
él, escuchándole... en un sueño lleno de giros concéntricos del que no queremos o
no acertamos a despertar.
5 comentarios:
Acertada visión, a mi juicio, de un músico que no termina de ser valorado en ámbitos académicos como poco a poco lo van haciendo otros artistas similares.
Enhorabuena por la entrada.
Sinceramente, leer una entrada de Wim Mertens en un blog como el suyo no sé a qué obedece. Pensé que era el día 28 de Diciembre. Pero no, incluso es la segunda entrada que le dedica. Y por lo que leo lo adora, más aun, diría que siente devoción por él por cómo se refiere. Para gustos… a mí lo que hace este belga me parece en un 99% morralla anodina.
Pues a mí me alegra sobremanera ver a este genio por aquí, qué le voy a decir. Los que sólo nos asomamos a la vanguardia por casualidad también nos congratulamos de reseñas como esta, sí señor (sin desmerecer en absoluto a las que verdaderamente copan el blog).
Gracias, Mike y Pepe por vuestras aportaciones, también por vuestros blogs, que sigo habitualmente, pues también soy habitual oyente de esas "otras músicas".
A Anónimo decirle que lamento que Mertens le parezca "morralla anodina". Si tan afín es a la música experimental probablemente debería escuchar algunos de los ciclos que acogen la caja "Qua".
Wim Mertens, insisto, me parece una personalidad rotunda, inédita, sin parangón. También creo que es el más grande melodista de la segunda mitad del siglo XX, mucho más sincero que esos otros compositores neotonales (pienso en MacMillan, Rautavaara, Taverner, Torke...) que componen con formas del pasado.
También me gusta Cusco, Jean Michel Jarre, Aeoliah, David Arkenstone o Kraftwerk, entre muchos otros. Pero en esos casos, sí comprendo que sus obras tienen poca cabida entre los márgenes que establecí al abrir este espacio web. Además, hay otros colegas que saben y escriben mucho mejor que yo de ellos.
Saludos a todos :-)
Morralla anodina? Hablar así de unos de los mejores creadores musicales que existen, merece poca atención. Cuidador de cadencias, variaciones, creador de sinergias instrumentales poco vistas y tremendamente ordenadas y fluidas. Estamos hablando de un arquitecto de la musica. Quizás a algunos se les queda lejos porque no tienen esa amplitud necesaria para comprender y descrifar su musica a la par que se disfruta oyéndola. En fin... Wim despues de haberte visto una docena de veces desde 1998, envejeces como el buen vino... salud.
Publicar un comentario