Ulrich Löffler. |
Anunciada
como una versión ‘cuasi concertante’, SAMSTAG se
ha ofrecido de manera dividida, en varias jornadas, lo que sin duda
ha restado intensidad a la posibilidad que supone experimentar una
creación como esta en una única sesión. Las dos primeras escenas
que reseñaremos corresponden a las interpretadas en la tarde del 26
de junio en el Muffathalle,
una sala volcada principalmente en la programación de música
popular pero que resultó ejemplar para la acogida de las dos
modestas aun solventes presentaciones semiescénicas de Luzifers
Traum y Kathinkas
Gesang (als Luzifer Requiem).
El pianista del Ensemble
musikFabrik Ulrich
Löffler sustituía al anunciado teclista Benjamin Köbler, del mismo
conjunto. Su ejecución no dudaremos en calificarla de referencial
por cuanto que supo resaltar todo el arsenal motívico agazapado
entre el torrencial acúmulo de clusters,
manipulaciones del arpa del piano, insistentes y dramáticos
recitados numéricos, susurros, sonidos de campanas y dinámicas
extremas que plantea la partitura. Serpentearon los anuncios de las
fórmulas que describen a Michael, Eve y Luzifer, protagonistas
de LICHT,
sin temor a mostrar una visión casi hedonista de una partitura
francamente hermosa, menor si se quiere en comparación al resto de
escenas de la ópera, pero con un encantador aire naïf que
corre el peligro de ser enterrado por las técnicas instrumentales
más avantgarde que
se ponen en juego. No estuvo a la altura esperada el bajo Michael
Leibundgut, muy afín al universo Stockhausen (y presente en las
representaciones de SONNTAG y MITTWOCH),
que al menos en su primera interpretación acusó problemas de
afinación. No juzgamos tampoco suficiente su amplificación –culpa
acaso del técnico de sonido, Florian Zwissler-, muy modesta como
para imponerse como auténtico príncipe de las Tinieblas y desde
luego bastante pálida al lado de la registrada en la grabación de
la ópera (editada por StockhausenVerlag)
a cargo del bajo Matthias Hölle.
Michael Leibundgut. |
Kathinka Pasveer. |
contexto de una música que no ceja de sorprendernos por su inmediato calado emocional en el oyente. Alrededor de ella seis percusionistas del Ensemble musikFabrik representaron otras tantas tentaciones que atan al ser a la tierra mediante los seis sentidos (siendo el sexto para el autor de Mixtur el pensamiento). Los músicos, todos ellos revestidos con los ‘instrumentos mágicos’ diseñados por el propio Stockhausen (y traídos desde la Fundación del compositor en Kürten), crearon un clima de transgresora ensoñación, pesadillesco, con insertos tímbricos de abierto humor, también con perceptibles ribetes de música oriental, de la que tanto bebió el creador alemán y que tan originalmente supo incardinar en su imaginario sonoro. La espacialidad que permitía la sala, aquí sí bien utilizada, apoyó una sensación de estar asistiendo a una suerte de ritual místico, de una intensa y reconocible espiritualidad.
Marco Blaauw. |
Helen Bledsoe. |
A las diez de la noche comenzaba en la Kirche St. Michael la cuarta y última escena, Luzifers abschied, cumpliéndose así el deseo del autor de que la conclusión de SAMSTAG se produjera en una iglesia cercana al teatro donde la ópera se haya venido desarrollando. En este caso además se produjo la particularidad que, a los escasos diez minutos que la separaban de la Herkulessaal, el templo de San Miguel de Múnich luce sobre su altar un imponente fresco que muestra al Arcángel Miguel luchando por la Fe y matando al Diablo, presentado en forma de dragón, lo que hacía del recinto un espacio idóneo para el desarrollo de un acto en el que damos la despedida a Lucifer. Escrita para coro masculino, órgano y siete trombones, la obra, redactada con ocasión del octavo centenario de San Francisco de Asís, toma su Himno a las Virtudes como texto central, siendo dividido en trece partes que se corresponden a su vez con el último segmento de la triple fórmula de la ópera.
El
director de orquesta Rupert Huber, al que no vimos durante toda la
'semiescenificación al estar oculto tras un biombo blanco, fue el
encargado de preparar a la sección masculina del Chor
des Bayerischen Rundfunks
con el concurso de Peter Kofler en
el órgano y un conjunto de jóvenes trombonistas del Conservatorio
Superior de la ciudad que, además de su prestancia en este capítulo
conclusivo, también brindaron una imponente a la par que serena
obertura, Luzifer-Gruss, como preámbulo al acto final. Obra
trágica, escalofriante en su oscuro sonar y cargada de simbolismo,
Luzifer-Abschied pareció representar un masivo exorcismo con los
miembros del coro cantando de espaldas al público repartidos por toda
la nave central del templo y corriendo después calzados con zuecos
que producían un intenso efecto percutivo de enorme resonancia que
era acompañado además con otros pequeños instrumentos (campanas,
carracas, pequeños artefactos de madera...) ejecutados por los
propios cantantes, ataviados todos ellos con los hábitos
franciscanos. Con algunos demoledores crescendos -con el apoyo del
órgano de la Iglesia y de los trombones-, la música, de un
cromatismo tan exacerbado que alcanzaba auténticas cotas de delirio,
extasió al público que abarrotaba el templo y que asistió entre el
pasmo y la excitación a un momento único, a una encrespada lucha
entre el bien y el mal. El final de la ópera, ya en el exterior de
la iglesia, supuso la afirmación de las virtudes franciscanas y la
consiguiente victoria del bien rubricada con la liberación del
hermano pájaro, en este caso un cuervo, bellísimo animal muy
habitual en estas tierras. Cabría hace notar en este punto que los
responsables de cualquier escenificación operística, como
espectáculo completo que es, deberían hacer valer las
infinitas capacidades simbólicas del género recurriendo a soluciones igual de plausibles y que no significasen el absurdo recurso de utilizar un ser vivo atemorizado. SAMSTAG concluyó con una ceremonia, tomada por Stockhausen de las tradiciones de Sri Lanka, consistente en la ruptura por parte de los monjes/cantantes de cocos, proceso en el que se exteriorizan deseos, expresados en voz alta, todo ello acompañado por el repique de campanas, que sorprendió a numerosos transeúntes ajenos a la representación, y en esta ocasión, siendo punteado este instante de masivas emociones por una finísima lluvia que volvió a hacer acto de presencia en una jornada inusitadamente fría para tratarse del penúltimo día de junio. En el aire una pregunta cargada de anhelante expectación, ¿cuánto tiempo tendremos que esperar para asistir en algún lugar del mundo a la interpretación de alguno de los otros capítulos restantes de esta arrebatadora heptalogía operística?
* Todas las fotos contenidas en el texto, propiedad de la emisora BR, pueden contemplarse en el siguiente link, junto a una amplia galería gráfica del evento.
infinitas capacidades simbólicas del género recurriendo a soluciones igual de plausibles y que no significasen el absurdo recurso de utilizar un ser vivo atemorizado. SAMSTAG concluyó con una ceremonia, tomada por Stockhausen de las tradiciones de Sri Lanka, consistente en la ruptura por parte de los monjes/cantantes de cocos, proceso en el que se exteriorizan deseos, expresados en voz alta, todo ello acompañado por el repique de campanas, que sorprendió a numerosos transeúntes ajenos a la representación, y en esta ocasión, siendo punteado este instante de masivas emociones por una finísima lluvia que volvió a hacer acto de presencia en una jornada inusitadamente fría para tratarse del penúltimo día de junio. En el aire una pregunta cargada de anhelante expectación, ¿cuánto tiempo tendremos que esperar para asistir en algún lugar del mundo a la interpretación de alguno de los otros capítulos restantes de esta arrebatadora heptalogía operística?
* Todas las fotos contenidas en el texto, propiedad de la emisora BR, pueden contemplarse en el siguiente link, junto a una amplia galería gráfica del evento.
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