Cuando se habla de Giacinto Scelsi (1905-1988) siempre va
por delante la afirmación, no por habitual menos cierta, que sitúa su obra
orquestal muy por encima del resto de su producción. Tras ella su colección de
cuartetos de cuerda también pugna por alcanzar una considerable atención. El
resto, tanto la música para pequeños conjuntos de cámara, como la confiada a
instrumentos solistas –donde destaca una amplia obra para piano- es casi siempre dejada de lado. Prácticamente ninguna monografía
sobre música del siglo XX se ocupa de ella, y si lo hace pasa de puntillas,
casi invitando al auditor a mirar a otro lado.
Honestamente, la obra sinfónico-coral del italiano
constituye uno de los más atractivos y originales corpus creativos de toda la
vanguardia musical. Pero, merced a sellos como el norteamericano Mode Records,
desde hace años venimos asomándonos con interés al conjunto del catálogo de
Scelsi. Llega ahora su volumen 10, titulado genéricamente The violin works y,
pese a la aparente aridez de la propuesta, se nos antoja como una de las
referencias esenciales para asomarnos a esa cara B del quehacer musical del
conde de Ayala Valva.
Por afinidad podríamos decir histórica con la obra de Scelsi,
el violinista Irvine Arditti hubiera sido nuestra primera elección a la hora de
escuchar estas partituras –recuérdese en este punto su formidable grabación de la
integral de los Cuartetos de Cuerda en Naive (recientemente reeditada por Stradivarius), uno de los hitos de la fonografía
contemporánea-. Pero Mode Records, como otros tantos sellos especializados,
parece empeñado en los últimos tiempos en ceder el testigo a una nueva
generación de instrumentistas. Y, en este caso concreto, no podemos por menos
que sentirnos encantados de que la empresa que nos ocupa recayera en la
violinista taiwanesa Weiping Lin, colaboradora de la RSO-Wien y de conjuntos
como el Ensemble Modern y die reihe, entre otros.
Lin otorga un sonido cavernoso y vibrante a la pieza clave
del disco L’âme ailée – L´âme ouverte (1973), donde hallamos al Scelsi más
reconocible, aquel centrado en la exploración del sonido tenido, inmóvil (o ‘inside
the note’, como muy gráficamente se describe en el texto incluido en la
carpetilla del álbum). El violín, a solas, sirve eficazmente a esta estética por su
carácter despojado, diríamos espiritual. “Mi música no es esto y no es lo otro.
No es dodecafónica. No es puntillista. No es minimalista. ¿Qué es entonces?”,
se preguntaba el compositor (Il Sogno 101. Scelsi. Quodlibet).
Weiping Lin. |
Menos estática aunque igualmente obsesivamente indagatoria
se nos presenta Xnoybis (1964), más rica en colores que la anterior, y donde Weiping
Lin redondea una versión muy superior técnicamente a la histórica de Carmen
Fournier (Accord). Pareciera que la violinista oriental posee una mayor
comprensión idiomática, una afinidad instrumental tal que le permite entrar en
la selecta nómina de músicos del círculo Scelsi (Frances-Marie Uitti, Jürg
Wyttenbach, Steffen Schleiermacher, Michiko Hirayama, Irvine Arditti, StefanoScodanibbio…).
Acompañan a las dos referidas piezas, que justifican por sí
solas la existencia de este registro, tres obras menores, aunque no carentes de
interés. Los Divertimentos 2 (1954) –que recibe su primera grabación-, 3 y 4
(1955) –del primero no existe constancia-. Es este un Scelsi más centrado en
una escritura virtuosa que no rehúye frases tonales, incursiona en lo atonal y
hasta abraza inflexiones microtonales. Las partituras, que desprenden una
pretendida frialdad y austeridad expresivas, plantean temibles dificultades resueltas
con maestría por Lin. Su violín aletea por estos pentagramas con un vibrato muy
ligero. La grabación, producida por la especialista en Xenakis y Scelsi, Sharon
Kanach, es prodigiosa; de una enorme resonancia en las piezas tardías, y con
una gran sensación de espacio en los Divertimentos.