Con frecuencia irán apareciendo en la web enlaces para descargar las ediciones del programa dedicado a la música de vanguardia Chorro de luz, que cada lunes (y sábado en su repetición) se emite en directo en Radiópolis (98.4 FM en Sevilla) y también en Internet.
Chorro de luz 4 (051009)
Domenico Sciajno / Alvin Curran: Our Ur (fragmento)
Toshio Hosokawa: Like a breath in the light
Robin Hoffmann: Locken
Wolfgang Rihm: Sotto voce 2 Cappricio
Frédérick Khan: LandscapeEnlace para descarga: http://www.megaupload.com/?d=01ENPUWP
Chorro de luz 5 (191009)
Luis de Pablo: Saturno
Carlos Galán: Trinadeset
David Monacchi: La selva degli orologi
Francisco López: Untitled #188
Matthieu Lévesque: Nouvelle maternite
Tan Dun: Sinfonía 1997 (Song of peace)
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Chorro de luz 6 (261009)
György Ligeti: El Gran Macabro (Obertura)
György Ligeti: Atmósferas
Helmut Lachenmann: Toccatina
Carl Stone: Wall me do
Franck Bedrossian: Transmission
Olivier Messiaen: Feuilles inédits
Enlace para descarga: http://www.megaupload.com/?d=ODHGZL4A
Phill Niblock (1933-)
1.- Stosspeng 59'
Susan Stenger and Robert Poss, guitars and bass guitars
2.- Poure 23:30
Arne Deforce, cello
3.- One Large Rose 45:55
The Nelly Boyd Ensemble Touch TO:79
Distribuye en España: Arsonal y Rotor
Puntualmente llegan a nosotros las novedades del sello inglés Touch, una casa no siempre certera, muy marcada por la modernidad del aquí y ahora que tan pronto publica un anodino disco ambient de Biosphere que nos ofrece suculentos menús electroacústicos a base de monográficos de Chris Watson, Robert Hampson, Mika Vainio o Phill Niblock, de quien llevan editados cinco álbumes. A él pertenece la novedad que origina estas líneas, el doble cedé Touch Strings, que sale al mercado en una presentación mucho más atenta en notas y reflexiones que las habitualmente exiguas ediciones en cartón a las que Touch tiene acostumbrados a los esforzados seguidores de la música nueva.
Vaya por delante la afirmación de que con Niblock (Indiana, EEUU, 1933) estamos ante uno de los creadores más radicales y excesivos del panorama de la música contemporánea. Adscrito a la escuela minimalista, su música, hecha a base de extensos drones (sonidos sostenidos con imperceptibles variaciones armónicas) que permanecen prácticamente estáticos, entronca más con la tradición repetitiva de Alvin Lucier y Charlemagne Palestine que con el mínimal avant la lettre de Steve Reich o Philip Glass. Recientemente en la página de debate en español Clasiforo surgió una intensa y crispada charla sobre la calidad y valía compositiva de Niblock, discusión estéril por otra parte en cuanto que ante una propuesta sonora como la suya no caben varas de medir académicas. Su liga está en la de los creadores adscritos al arte sonoro, por más que en ocasiones, como demuestra su ejemplar grabación para el sello Mode, Disseminate Ostrava, recurra a formaciones instrumentales clásicas en mayor o menor medida.
En un relativamente corto espacio de tiempo he podido disfrutar de dos 'sesiones Niblock' en vivo. Primero en el loft Experimental Intermedia que posee en Nueva York, donde el mismo compositor sumergió, en marzo de 2007, a una veintena de personas en una sesión de minimalismo extremo en la mejor tradición del experimentalismo norteamericano. Y en marzo 2009, el violonchelista de Champ d'Action, Arne Deforce, presentó en el Teatro Central de Sevilla la pieza Poure, en lo que supuso uno de los momentos musicales de mayor intensidad y concentración de los que el Ciclo de Música Contemporánea de la Junta de Andalucía lleva brindados en su década de historia.
Justamente es Poure la pieza que inaugura el segundo cedé de este Touch Strings, un claro ejemplo de esa 'continuidad discontinua' con la que aborda un material, de partida, de enorme pobreza sonora (en evidente respuesta al título de la obra). Deforce ejecuta un único acorde que durante 23 minutos se repite sin descanso mientras que de forma paralela va incrementando una reverberación electrónica que acaba por convertir el sonido acústico en una especie de asfixiante nube sónica que desaparece tal cual surgió. Esa premisa de intemporalidad, ese ir en contra de la cualidad medible de la música, no es ninguna novedad en el panorama de la creación de vanguardia (ahí están Morton Feldman, LaMonte Young o Francisco López) pero, sin entrar en otras consideraciones, nadie hasta Niblock ha logrado, partiendo del ámbito instrumental, llegar a cotas tan extremadas de despojamiento y de no-elaboración del sonido.
“Mi educación musical se limita a unas esporádicas clases de piano que me pagó mi padre y que abandoné por desidia. Durante mi juventud fui un simple espectador en el Nueva York de principios de los sesenta. Para mí, el punto de inflexión se produjo durante un concierto del compositor Morton Feldman, al que acudí casi por casualidad. Me impactó cómo un simple tono musical se podía alargar en el tiempo de esa manera. Era algo simple, pero también muy nuevo. En ese instante supe que yo también quería probar. Así se produjo mi encuentro con el minimalismo”. Son palabras de Niblock en una entrevista en castellano publicada por la revista del madrileño Círculo de Bellas Artes, Minerva. Y así, de repente, de una manera absolutamente artesanal ha continuado el compositor, no sólo divulgando en su propia sala de conciertos las nuevas tendencias de la vanguardia USA, también elaborando sus propias composiciones.
Otro ejemplo de su proceder, siempre muy apegado a intérpretes concretos capaces de salir a defender con gran voluntad estos artefactos sonoros, es la obra que ocupa todo el primer cedé de este nuevo álbum publicado por Touch. Su título es Stosspeng, y está dedicada e interpretada por Susan Stenger y Robert Poss a la guitarra y al bajo respectivamente. Oída al máximo volumen posible (recomendación que siempre hace el autor sobre su música), la experiencia de la escucha deviene en un viaje hacia el trance motivado por la audición atenta de los desfases que se producen de manera casi imperceptible por la repetición de dos acordes. De este modo la noción de dúo instrumental queda también inmediatamente volatilizada en favor de un sonido aparentemente -la sensación de inseguridad ante lo que oímos es continua- monolítico, pétreo, en el que no caben ni desarrollos ni evoluciones de ningún calibre.
Si Stosspeng supone un peldaño especialmente importante en el catálogo de Niblock, una pieza como One Large Rose no puede presumir de un resultado tímbrico tan denso y a la par refinado. En ella interviene el colectivo de improvisadores Nelly Boyd Ensemble de Hamburgo (integrado por violonchelo, violín, piano y guitarra, ambos instrumentos intervenidos por cuerdas de nylon). El resultado, de una mayor inmediatez si se quiere, sacrifica la noción de profundidad en pos de una presentación sonora más directa y agreste, con una sonoridad instrumental acuciada aunque lógicamente transformada por la manipulación a la que el compositor somete el material. La pieza fue escrita a partir de una partitura previa para tres orquestas, Three Orchids. En la nueva versión reduce el formato y dobla la duración (hasta alcanzar los 46 minutos). El resultado global de este doble cedé, Touch Strings, debe degustarse, como toda la obra de Niblock, en escuchas concretas, audiciones que acabarán por revelarnos la importancia y el impacto que creaciones mayores como Stosspeng o Poure tienen en los oídos de hasta el más avezado paladín de la vanguardia.
Thomas Hummel (1972-)
1-4.- Aus Trachila (2003-2006). Searching for the missing Ovid 59:20
Christoph Ogiermann, voice artist
Holst-Sinfonietta NEOS (Ref: 10804)
Distribuye en España: Diverdi
El activo sello NEOS publicó hace unos meses un registro que pasó especialmente desapercibido por los aficionados a la música contemporánea y cuyo interés bien merece un puñado de consideraciones aparte. Se trata de la pieza Aus Trachila (2003-2006), una composición de 60 minutos debida al compositor alemán Thomas Hummel (1962), un músico de breve catálogo (en parte debido a su condición de ingeniero informático) y nula representación discográfica (de hecho la referencia que comentamos supone su primer cedé en el mercado).
Nada a priori hace presagiar que tras este disco aguarde una obra de la entidad y el calado que nos depara su audición. Hummel, como ya hemos apuntado, es un completo desconocido (que para mayor opacidad comparte apellido con el compositor clásico Johann Nepomuk Hummel) y tampoco aportan mucho –siempre hablando a priori y ajenos a una óptica germánica- los intérpretes de la grabación, una joven Holst-Sinfonietta y un recitador llamado Christoph Ogiermann. Pues bien, a la postre, resulta que todos ellos firman uno de los discos, por lo novedoso del material y sus amplias pretensiones, más sorprendentes de la cosecha 2009.
En una primera escucha el auditor puede pasar por alto la presencia vocal. En efecto, Hummel compromete a Ogiermann –que firma en los créditos como ‘voice artist’- a una intervención en la que debe imitar con su voz los timbres orquestales, de modo que, si bien participa activamente desde el primero de los cuatro movimientos en los que se divide la pieza, su presencia no es fácilmente distinguible. Efectivamente, salvando una fugar intervención en la que su voz emerge como si expusiera un doloroso alarido, ésta permanece como encriptada, inmersa en un experimento que tiene mucho del tono casi místico, ceremonial, de un Claude Vivier, sobre todo el de Prologue pour un Marco Polo.
Hummel necesita un tiempo extenso (una hora) para darnos a conocer una invención sonora que, por otra parte (y aquí reside otro de sus hallazgos) dista mucho de la estética quebradiza y agujereada por silencios de muchos de sus colegas actuales. Aus Trachila evoluciona como un continuo sonoro en constante cambio y transformación, dos conceptos que está en la base de una pieza que el compositor nos confiesa estar inspirada por un texto de Ovidio, Tristes, y por la novela Die Letze Welt de Christoph Ransmayr, que se sirve a la vez del texto de Las metamorfosis en el que el autor latino es buscado por su amigo Cotta en una colonia denominada Trachila. Escritos todos ellos que sólo están presentes de un modo activo en el planteamiento conceptual de la partitura. Por fortuna la obra, desnuda de cualquier retórica ampulosa, los toma sólo como concepto (salvo el referido encaje de tono lastimero y sobrecogedor que se oye en el tercer movimiento).
Alumno de Klaus Huber y Matthias Spahlinger, Hummel se formó también en el IRCAM de París y desde 1994 trabaja para el afamado Experimentalstudio of the SWR de Friburgo, cargo que explica la mano maestra con la que ha dibujado una orquestación que en algunos momentos, a través de células que se expanden y contraen y de secuencias que evolucionan en forma de bucle, nos sitúan ante un fresco sonoro que bien podría tratarse, en algunos instantes, de una pieza electroacústica. El estatismo de algunas zonas (final del tercer tiempo), el hábil uso de los metales agudos y del acordeón y la miríada de fugaces formulaciones tímbricas ponen nuestros oídos ante una composición de gran magnetismo. Aus Trachila es una obra que da para sucesivas escuchas, llena de senderos con salida y otros que se enroscan y parecen devolvernos al punto de partida.
Se benefician estos pentagramas, no sólo de una ejecución impecable a cargo de los 22 músicos de la Holst-Sinfonietta, también de una grabación hiperrealista (como la define el autor) refiriéndose a un innovador sistema de montaje sonoro por el que cada atril ha sido grabado por separado, para reintegrarse después, en la edición posterior, siguiendo unos criterios de espacialidad concretos regidos por Thomas Hummel, de quien esperamos tener pronto nuevas noticias. Háganse con este Aus Trachila.
Lei Liang (1972-) Brush-Stroke
1.- Serashi fragments (2005) 7:06 Arditti Quartet
2.- Some empty thoughts of a person from Edo (2001) 9:49 T. Onishi.
3.- Memories of Xiaoxiang (2003) 8:05 Chien-Kwan Lin, saxofón
4.- Trío (2002) 8:50 The Callithumpian Consort
5.- In praise of shadows (2005) 10:21 Paula Robinson, flauta
6-9.- My windows (1996-2007) 12' Aleck Karris, piano
10.- Brush-Stroke (2004) 10:41 The Callithumpian Consort. Mode Records (mode 210)
Distribuye en España: Diverdi y Arsonal
El sello Mode Records, cuya página web es especialmente tardona a la hora de anunciar sus novedades, ha publicado hace unas semanas una referencia monográfica dedicada al compositor chino, aunque norteamericano de adopción (llegó a EstadosUnidos tras ser detenido en su país por participar en las protestas anticomunistas de Tianamen en 1989) Lei Liang (1972), que no debería pasar desapercibida entre el continuo goteo de novedades discográficas que ofrece el repertorio contemporáneo. Por otra parte, resulta enormemente curioso contrastar la audición de este disco con otro ¡cuádruple! y forzosamente irregular como es la Anthology of Chinese Experimental Music que hace unos meses publicó Sub Rosa.
Lo que más rápidamente se deduce en las respectivas escuchas es el intento, mayoritariamente logrado, de huir del peso de una tradición musical que ha venido lastrando durante décadas (fenómeno sumado, claro está, a la difícil situación de un país tiranizado por una dictadura) la creación de vanguardia en China.
Muchos de los creadores actuales (y Liang no es una excepción) se han visto obligados a emigrar para poder tener una mayor libertad compositiva y, tan importante como esto, el acceso a unos intérpretes, grupos y escuelas de renombre en la interpretación de este repertorio. No obstante sí que es justo matizar que desde las posturas más claramente underground, están emergiendo artistas, no sólo en China, también en Taiwán y Malasia, como Ching Shen Ching, Alice Hui, Hong Qile y Ying Fan cuyos lenguajes, militantes en la distorsión, el glitch, el noise o el turntablism parecían del todo improbables que pervivieran en aquellas coordenadas geográficas hace apenas unos años.
Desde luego, volviendo a la atractiva tarjeta de presentación del disco Brush-Stroke, de Lei Liang (alumno de Harrison Birtwistle y Chaya Czenorwin, entre otros), en su caso particular la gramática de la vanguardia europea parece tenerla perfectamente asumida. Afortunadamente la obra de este autor va más allá de una mera fagocitación de los tics propios de la modernidad del viejo continente, error en el que incurren no pocos compositores/copistas que, intentando construir un muro con respecto a sus culturas originales, se convierten en meros imitadores sin personalidad. Liang por el contrario deja entrever, magistralmente en algunos momentos, atisbos del folclor popular de China, pero lo hace sin caer en la anécdota o en el guiño exótico, si no abriendo una minúscula ventana a un tipo de sonoridad que provoca, en los abstractos entramados caligráficos de sus piezas, un efecto de extrañación, de rara lejanía o, en el caso de Memories of Xiaoxiang, de inquietante presencia,
El Cuarteto Arditti se hace cargo de la obra que abre el disco, Serashi fragments (2005), homenaje al músico de Mongolia Serashi, fallecido en 1968, una de las personalidades más importantes de la cultura popular de aquel país. La obra de Liang, de violentos contrastes y cómoda en el pianissimo, despliega diferentes técnicas como el pizzicato sul pont, staccatissimo, armónicos en glissandos y otras prácticas especulativas que recuerdan, asumiendo un lenguaje radical, las formas de tocar que Serashi empleaba, en su caso, poniendo voz a través del violín a melodías de raíz del folclor mongol. Otro mundo diferente, el del budismo zen, aparece en Some empty thoughts of a person from Edo (2001), una pieza para clave (que llega en la versión de su dedicatario, Takae Onishi) que, afortunadamente, escapa al vacuo virtuosismo en el que inexplicablemente incurren muchas de las obras actuales que se conciben para este instrumento. Lei Liang se acerca al clave en algunos pasajes de la partitura como si se tratara de un laúd, manipulando las cuerdas, creando silencios incómodos y provocando agrias disonancias en un contexto de juego de sombras y respuestas que también tiene reminiscencias de la música del koto japonés.
Es en Memories de Xiaoxiang (2003), la joya del disco, donde Liang deja entrever su origen. Escrita para saxofón y música electrónica, la pieza rememora un trágico incidente que tuvo lugar en la región de Hunan durante la Revolución Cultural. Allí, la mujer de un hombre que fue torturado hasta morir por ser considerado traidor al régimen decidió convertirse en la fantasmal sombra del oficial encargado de la ejecución hasta inducir a éste a la locura y el suicido. Mitad noticia mitad leyenda, Liang captura los llantos de la mujer a través de murmullos en el saxofón e introduce en la cinta fragmentos de una poética recitación grabada en la Ópera de Pekín. El collage resultante, violento y tenebrista en algunos ángulos, deviene en una composición novedosa que se escucha con cierto rictus de asombro.
Un pequeño gong chino se cuela en el discurso del instrumentalmente atractivo Trío para piano, violonchelo y percusión (2002), cuya inspiración para escribirlo le sobrevino a Liang tras contemplar una fuerte tormenta de nieve en Cambridge (Massachusetts). La agitada percusión que actúa representando la fiereza del fenómeno meteorológico da paso a unos crótalos que rememoran los últimos copos de nieve en medio ya de un paisaje desolado retratado por el piano y el chelo. Una partitura como In praise of shadows (2005), para flauta sola es, junto con la pianística My windows (1996-2007), las dos únicas paradas del cedé donde baja el interés de la audición. Más escolásticas en sus respectivos discursos, la primera se adhiere a la estética de la desnudez zen pero, antes que abrazar el gusto experimental de un John Cage, prefiere apegarse al tono contemplativo y yermo de un Toru Takemitsu. En la agitada obra pianística, los clusters no dejan ver el bosque, o lo que es lo mismo, no sabemos muy bien a dónde nos quiere guiar el compositor.
Concluye el álbum con la notable Brush-Stroke para orquesta de cámara (aquí en la versión de The Callithumpian Consort dirigido por Stephen Drury). Inspirado por la caligrafía china, Lei Liang desarrolla un contundente trabajo sobre el plano tímbrico a través de una técnica propia que ha dado en denominar ‘One-Note-Polyphony’ en la que durante la ejecución de una nota y aprovechando la resonancia de ésta emerge otra similar en la voz de otro instrumento, dotando así al sonido de un cualidad ritualística. En la obra, Liang también explora sonidos que pretende asemejar a los que provoca el tañido del guqin, instrumento de cuerda chino que se asemeja a una cítara. Partitura hecha a base de continuas transiciones, en las que deja recaer el peso de la obra, Brush-Stroke también alberga guiños del gagaku japonés (en las histriónicas vocalizaciones silábicas de los músicos) y del Aak (la música antigua de la corte coreana). La rítmica secuencia final pone el punto y final a una densa partitura que no pierde un potente hálito de espontaneidad. No conozco ningún otro compositor chino capaz de abrazar su pasado desde una perspectiva global y trascendente, superando anticuados compartimentos estancos, entendiendo la música de hoy como un espacio libre donde, con talento, puede caber todo.
Audición: Brush-Stroke. The Callithumpian Consort.