Fachada de Argyle Works. Birmingham. |
MIÉRCOLES de LUZ (MITTWOCH aus LICHT / WEDNESDAY from LIGHT), ópera compuesta por
Karlheinz Stockhausen (1928-2007), entre 1995 y 1997, dividida en un
saludo, cuatro escenas y una despedida, para nueve intérpretes (con
flauta, clarinete bajo, trompeta, trombón, cuarteto de cuerdas y bajo
con receptor de onda corta), coro con conductor/cantante, conjunto
instrumental de 13 solistas, intérprete de sintetizador, dos
bailarines-mimos, música electrónica en cinta y proyección sonora.
Anteriores intentos de estrenarla al completo y en versión escénica
fracasaron en Bonn (Alemania) y Suiza. Ha sido la Ópera de Birmingham la que, el pasado 22 de agosto, al abrigo de los
presupuestos culturales de las Olimpiadas de Londres, ha logrado presentar el último capítulo de la heptalogía LICHT, que quedaba
pendiente después de que SONNTAG conociera el pasado 2011 su primera
representación escénica en la Ópera de Colonia con realización de
La Fura dels Baus (leáse en este mismo blog la reseña de aquel acontecimiento). El estreno en esta ciudad de las Midlands
Occidentales de Reino Unido obedece a una cierta lógica de
continuidad en la relación de Stockhausen con la urbe, toda vez que
en ella se han producido, en el pasado, representaciones de obras de
envergadura como Sternklang y Momente, entre otras.
Y si en la ciudad
alemana la representación del título conclusivo de LICHT adquirió
cariz de acontecimiento (con numerosa presencia los días previos en
los medios y con una ingente cantidad de cartelería
desplegada por toda la ciudad), la comunicación ha fallado en
Birmingham. Comenzando por una muy deficiente relación con los
medios [quien esto escribe publicará próximamente en la revista
Ópera Actual la reseña y no recibió confirmación de la
acreditación hasta 24 horas antes del estreno, cuando ya había
adquirido otras entradas] y continuando con una casi nula campaña de
promoción en la ciudad: ni atisbo de publicidad en lado alguno, sólo
una escueta y desinformada nota al final de la gacetilla ¡teatral! de la
revista What's On? de Birmingham, cuya portada del mes de agosto era
para el musical Dirty Dancing, otro ejemplo más del declive cultural
de una sociedad que prefiere identificarse antes con un inane
espectáculo que con una pieza mayor del genio musical del siglo XX.
Otro ejemplo de mal hacer
fue la organización del transporte. Todo un detalle por parte de la
Ópera de Birmingham el ofertar gratuitamente el traslado al público
en autobuses desde el centro de la ciudad hasta la alejada planta
química abandonada Argyle Works -donde han tenido lugar las
funciones-, pero si no se da a conocer oportunamente la posibilidad
del traslado, el público acaba por no enterarse y estos, como
resultó al menos el primer día, fueron y sobre todo vinieron prácticamente
vacíos. Por fortuna, el tirón de Stockhausen aseguró que las
cuatro funciones colgasen el cartel de 'no hay entradas' y, en
términos de público, pudo hablarse desde un primer momento de éxito
absoluto, quizás fuera esto lo que motivó una cierta desidia a la
hora de contar a la población el acontecimiento que estaba teniendo
lugar estos días de agosto.
Camerinos abiertos al público en MITTWOCH. |
Argyle Works no era el
espacio de congresos y festivales Staatenhaus de Colonia en el que
vio la luz SONNTAG. Donde en la ciudad germana, el lugar se
desplegaba a las puertas de un gran parque de las afueras y con la
cercanía de la mayor terma pública de Europa, este destartalado
espacio industrial de Birmingham, se inserta
en un polígono empresarial y no hay nada que lo hiciera atractivo.
El llegar hasta allí tuvo algo de peregrinaje pero la certeza de
contar con un equipo musical de enorme solvencia comandado por la
máxima responsable de la Fundación Stockhausen para la Música, Kathinka Pasveer,
aseguraba en un alto porcentaje el gran nivel del que gozaría la
interpretación. Como así finalmente resultó siendo.
Tras el estreno de
SONNTAG en Colonia surgió un rumor: la posibilidad de que la ciudad
acogiera en unos pocos años otro estreno, el de MITTWOCH, confiando
la parte escénica una vez más a La Fura dels Baus, continuando así
el deseo expreso del propio Stockhausen de que la compañía catalana
montase la heptalogía completa [heptalogía que podrá seguirse
en mayo de 2013 en Munich con la interpretación, en versión
semi-escénica de SAMSTAG]. Sin embargo no ha sido así. Al menos por
el momento. Nadie niega la posibilidad de que MITTWOCH pudiera volver
a representarse próximamente, pero lo costoso del empeño y el hecho
de haberse estrenado ya restan fuerza a la posibilidad. La Ópera de
Birmingham tiene en su staff a todo un equipo músical, escénico y
técnico que ha sido el encargado de la realización de la propuesta.
El director de escena Graham Vick es su máximo responsable y ha sido
este notable nombre del teatro lírico especialmente atraído por la
danza, los movimientos de grandes cast (Otello. Birmingham Opera) y
cierta tendencia a la grandilocuencia (Aida. Festival de Bregenz) -lo
que no necesariamente tendría por qué chocar con el imaginario de
Stockhausen- el encargado de concebir visualmente un MITTWOCH que, en lo
respectivo a esta faceta, tuvo más sombras que luces.
De entrada no sabríamos
indicar quién fue el/la responsable de la majadería de aprobar el
contar en los accesos a la sala, durante toda la representación, con
dos camellos reales (un camello falso, Luzikamel, protagoniza
parcialmente la cuarta escena, Michaelion), con la única intención
de pasearlos arriba y abajo mientras que algunas personas les tomaban
fotos. Los camellos los proveyó una empresa explotadora de animales y, en este punto cabe recordar e insistir, en el
hecho de que no existe ningún argumento posible para incluir a
animales en los espectáculos -sean del cariz que sean- toda vez que,
de otra forma, se estaría alimentando la prosperidad de explotadores
cuyo negocio reside en el sometimiento forzoso de unos seres
obligados a una forma de vida que no les es propia, en entornos
ajenos a los suyos (un camión para el traslado, una ópera...) y con
el consiguiente sufrimiento y tristeza que esto les genera.
Imagen del espacio para Mittwoch-Gruss. |
MITTWOCH
aus LICHT se abre con un saludo musical, con
el Mittwochs-Gruss (2003), compuesto a partir de la música
electrónica de Michaelion, cuarta escena de MITTWOCH. Se trata
de una vasta pieza electroacústica, a partir de una interpretación
sobre el sintetizador del español Antonio Pérez Abellán, un
referente en la interpretación de la música del alemán y uno de
sus más estrechos colaboradores. Su audición, en el contexto de una
función escénica, conlleva obviamente una menor capacidad de
concentración por parte del oyente, máxime si este se ve impelido a
oírla en una minúscula e incómoda silla plegable y si lo que el
director de escena propone es una colección de flashes luminosos por
distintos espacios que apenas resultaban visibles a ras de suelo y
cuya contemplación resultaba desconcertante. En medio de estos
haces de luz diferentes momentos protagonizados por mimos y
bailarines parecían querer explicitar el imaginario del compositor a
través de pequeñas acciones que, en la mayoría de los casos,
bordeaban el ridículo. Sólo un hallazgo por parte de Graham Vick en
esta primera estación: tras escuchar la mayestática y profunda voz
de Stockhausen diciendo, primero en alemán luego en inglés,
Mittwoch Gruss (Saludo de Miércoles), en una esquina una puerta con neones amarillos (color de la ópera) de querencia robertwilsoniana invitaba a ser traspasada para alcanzar un
segundo habitáculo en el que sucedería la primera escena.
Un instante de Welt-Parlament. |
Welt-Parlament (1994-95)
es la pieza coral más interesante de cuantas compusiera el de
Kürten, por encima incluso de esa soberbia y más compleja masa
polifónica que resulta ser Engel-Prozessionen (de SONNTAG), también
es una de sus mayores creaciones y una pieza no del todo reivindicada
en el campo de la música coral contemporánea. El coro inglés Ex Cathedra, dirigido por Jeffrey Skidmore, realizó una matizadísima
interpretación con proyección sonora de Kathinka Pasveer. Cuenta el
conjunto con una potente sección de bajos y actuaron como solistas
destacados Ben Thapa, con enorme proyección de la voz, y la soprano
coloratura Elizabeth Drury, de amplios recursos, ambas voces insertas
en un conjunto dividido en 12 grupos que cantan por momentos en
idiomas inventados por el compositor basados en estrictas notaciones
fonéticas. Este trasunto de un parlamento político cuyo único tema es la definición del amor fue abordado con sencillez por Vick.
Con iluminación estable durante toda la obra, los coralistas se
subieron cada uno en lo alto de unas escaleras amarillas llevando sus
caras pintadas con las banderas de diferentes naciones del mundo. A
lo largo de la representación, y aprovechando momentos de alteración
en la discusión, algunos cantantes realizaban sencillas y efectivas
visualmente contorsiones de danza contemporánea.
Orchester-Finalisten en Birmigham. |
Con Orchester-Finalisten
(1995-96) se puso de manifiesto la incapacidad de Vick para encontrar
el punto exacto entre la ingenuidad y la ciencia ficción, entre lo
abiertamente simpático y el poderoso mensaje de confraternidad y
unión de los pueblos que destila MITTWOCH aus LICHT. Su
escenificación de esta segunda escena cayó en la charlotada, en el
humor de trazo grueso y, como mínimo, en lo mal hecho. La idea,
plasmada por el propio autor, de que los músicos que 'opositan' con
sus solos a una orquesta celestial volasen sobre el público estuvo
suficientemente realizada al situar a estos -todos ellos, miembros de
la Birmingham Opera Company- en unas pequeñas plataformas elevadas
sobre una audiencia que contemplaba la acción acostada en
colchonetas. Más dudas pueden vertirse sobre la saturación de
estímulos visuales (nada estimulantes) de la pieza. Es cierto que de todas las óperas
del ciclo quizás sea esta la menos estructurada en términos de
continuidad dramática, pero esto no debería significa tabula rasa
para ahogar la música con acciones banales. Y contemplar a un
trombonista chapoteando en una piscina infantil sobre una plataforma
que pasa sobre las cabezas de algunos espectadores o tener que
erguirse para ver como un nutrido grupo de baile desarrolla una
coreografía -verbigracia de Ron Howell- a base de simples ejercicios de calentamiento no parece lo más adecuado.
Orchester-Finalisten. |
Hubo sí,
estampas más logradas, como la de los señaladores de pistas de
aterrizaje con sus lámparas de intenso amarillo, unos señores
ataviados de decimonónicas maneras destilando humo de sus chisteras
y una momia percusionista tocando un pequeño gong detrás de un descarriado
violonchelista (imagen esta última soñada por el propio
Stockhausen). Pero lo auténticamente grande de esta hora de música
fue la espacialización lograda por Kathinka Pasveer de tal modo que
cinta e instrumentos alcanzasen un punto de cohesión exacto,
llegando hasta nosotros un arrebatador collage con aroma de otras
culturas. Fue, en cualquier caso, una versión de mayor intensidad
que la que en 2010 quien esto firma pudo atender en Amsterdam (reseña aquí). En
aquella ocasión los instrumentistas con sus solos ahogaron una
composición electrónica usada más como colchón que como auténtico
diálogo.
Jennymay Logan (Elysian Quartet). |
La escena más famosa de
MITTWOCH y, desde luego de toda la obra de Stockhausen, es el célebre
y polémico Helikopter-Streichquartett (1992-93). El aire es el
elemento básico de esta creación ¿lírica? y así como en
Orchester-Finalisten los músicos 'deben volar', aquí ha de hacerlo
un cuarteto de cuerdas cuyos instrumentos han de fusionarse con la
voz de los propios músicos y las hélices de cuatro helicópteros.
No negaremos que, en un primer momento, hubiéramos preferido que el
Cuarteto Arditti -quienes estrenaron y estudiaron la partitura con el
compositor- fuera el encargado de esta nueva ejecución en
Birmingham. Quizás lo ajustado del presupuesto, seguramente las
vacaciones del veterano y constante Irvine Arditti y los suyos,
hicieron que la empresa recayera en el joven e incipiente Elysian Quartet, una formación inglesa que apenas sí ha dado sus primeros
pasos discográficos y cuyos derroteros parecen sugerir una fuerte
conexión con cierta contemporaneidad más neo que indagativa y
progresista. No es el caso de esta obra, lógicamente.
Debate posterior al Helikopter-Streichquartett. |
No entraremos
en vacuos paralelismos con los Ardittis -de quien conocemos su
formidable grabación en el sello Stockhausen-Verlag y el dvd que
dirigiera Frank Schaffer- y diremos de antemano que no comprendemos
la razón de que algunos críticos británicos hayan puntuado a la
baja su interpretación (en contra de los sospechosos parabienes que ha recibido la escenografía). El entusiasmo con el que acogieron el
encargo se hizo visible en su propio perfil en la red social Facebook
y las largas semanas de ensayo que han vivido bajo la supervisión de
Kathinka Pasveer acabó dando lugar a una vívida interpretación
quizás no tan agria como esperábamos, pero plenamente vibrante. El
uso extensivo del trémolo que aplica Stockhausen en la obra puesto
en correlación sonora con el movimiento rotativo de las aspas de los
helicópteros conforman un ascenso y descenso emocional a una música
cuya audición en vivo, con la carga de espectacularidad que conlleva
y con el aire de show de todo el conjunto, supone una experiencia
única. El rapero y presentador DJ Nihal, actuó como moderador en la presentación
de la partitura y en el debate posterior, y su intervención, sin
resultar protagónica, pareció estar a la altura sin mayores
pretensiones.
Michaelion. |
Para los amantes de la
obra de Stockhausen uno de los momentos más aguardados era el (casi)
descubrimiento de Michaelion (1997), cuarta escena de la ópera y la
que más efectivos concita, pieza que, gracias a estas funciones,
conocerá en los próximos meses la aguardada edición discográfica
que permitirá disponer al fin de todo MITTWOCH en soberbios
registros fonográficos. Estamos ante el Stockhausen más
humorístico, abiertamente naïve. Suceden muchas cosas en
este oratorio de 60 minutos inserto en la ópera: Michaelion es un
cuartel galáctico en el que viven distintos delegados de planetas de
todo el universo que esperan la llegada de Michael, encarnado primero
en Lucicamel, un camello que acabará borracho y que antes habrá de
defecar siete planetas (…). Representar semejante punto de partida,
admitámoslo, es un reto difícil para cualquier director de escena.
Y Graham Vick lo resolvió de manera desigual. No tuvo ningún
sentido desaprovechar gran parte del espacio de una de las naves de
Argyle Works y acabar resumiendo toda la acción en una zona, casi
de manera idéntica a lo que habría sucedido en un teatro a la
italiana. El vestuario -ropas negras con manchas de pintura amarilla-
resultó apreciable, pero el elenco coral se movió con cierta
torpeza, obligados por la coreografía, a pesar de que hicieron un buen trabajo. Y a partir de la elevación de Michael, como operador de
toda la galaxia, la escena cayó en un cierto
estatismo.
Kathinka Pasveer. |
Por fortuna, siempre la música del maestro alemán volvió
a concentrarnos ante unos pentagramas que suponen una singularísima
mixtura entre el Stockhausen más fiero de la primera vanguardia (en
lo agresivo de la cinta y del tejido vocal) y el postrero que mira a
SONNTAG y al ulterior ciclo Klang (apreciable en la escucha del
Bassetsu-Trio de la sección final de Michaelion). En cuanto a la
ejecución, esta contó con mimbres de la máxima cualificación, lo
que hace que soñemos ya con la posibilidad de volver a oír la
composición con la máxima atención en escucha
aislada. El coro London Voices otorgó una profundidad espacial a la
música con sus cavernosas ejecuciones, Michael Leibundgut fue un
operador-Michael de imperativa proyección en las alturas y
acompañado por la distorsión de un receptor de onda corta y Antonio
Pérez Abellán [léase aquí una jugosa entrevista con él firmada por Paco Yáñez en Mundoclasico.com] en el sintetizador realizó aportaciones clave a esta
riquísima partitura del Stockhausen final. De justicia será citar
también al trompetista Marco Blaauw (trompeta), especialista en
múltiples aventuras relacionadas con el creador alemán.
Mittwoch-Abschied. |
Nunca una directora
musical se ha impuesto tanto con tan escueta y sencilla presencia.
Como en Michaelion, en la despedida, Mittwochs-Abschied (1996),
Kathinka Pasveer fue la encargada de las óptimas condiciones en las
que llegó la música. El adiós lo conforma una elaborada pieza de
música concreta y electroacústica que ya habíamos escuchado, en
segundo plano, en Orchester-Finalisten, y que aquí se expande
mostrándose casi como una obra nueva. Ritmos, melodías y
sonoridades emanadas del universo que protagonizan los tres
personajes centrales de LICHT, Eva, Michael y Lucifer, este punto y
final supone una íntima recogida, una propuesta de viaje personal
que deberá hacer cada cual en la medida en la que sepa insertarse en
medio de esta cosmogonía antes de regresar al horror que habita en
el mundo terrenal. Lamentablemente la ópera se dio por concluida bastantes minutos antes de que la
pieza acabara. Antes, y con aire de función colegial, Graham Vick puso a algunos
miembros del elenco a pasearse entre el público con carteles que
recogían términos relacionados con MITTWOCH (caridad, humanidad,
comprensión espiritual, visión...).
Graham Vick y Kathinka Pasveer. |
Mientras la música continuaba
sonando, en otra sala tenían lugar los aplausos, como eran de
preveer, rotundos. La posibilidad de haber atendido en
vivo esta creación maestra con gran excelencia en lo musical se
impone necesariamente a la poco afortunada realización escénica. Al
final, en cuatro pantallas inmensas, las mismas que un par de horas
antes habían albergado las imágenes en directo del
Helikopter-Streichquartett, apareció Karlheinz Stockhausen, con su
perenne mirada de asombro y curiosidad, como interpelando a la
audiencia. Quizás algo al menos de lo que él soñó en LICHT es realidad en su nuevo mundo.