9 ago 2012

John Cage, 'Electronic music for piano'


























John Cage (1912-1992)
I-VII.- Electronic music for piano 55:25
Ciro Longobardi, piano. 
Agostino Di Scipio, computer, live electronics

Audición: Electronic music for piano (VI. 69-84) 

Los fastos del centenario de John Cage en este 2012 no están pasando desapercibidos. No al menos para el interesado en la cada vez más trascendente figura de este hombre genial con raíces en el siglo XX y con profundas consecuencias en el siglo XXI. Su obra está centrando buena parte de cuantos eventos consagrados a la modernidad musical existen en Europa y Norteamerica. Y su discografía, ya de por sí generosamente nutrida, se está ampliando con notabilísimas aportaciones. Baste citar la reciente aparición de una nueva integral de las Sonatas e Interludios para piano preparado en sello AEON a cargo del teclista Cecric Pescia, la nueva edición de los Etudes Australes a cargo de Sabine Leibner en NEOScomentados en este mismo blog-, la nueva revisión de la obra para percusión cageana que ha emprendido el sello Mode y de la que ya tenemos sus dos primeros frutos, el segundo volumen de los Freeman Studies en la casa italiana Stradivarius a cargo de un violinista, Marco Fusi, que se ha atrevido a medirse fonográficamente con Irvine Arditti. Para redondear el stand de novedades (no se vayan todavía, vendrán más en lo que queda de año), Brilliant Classics propone un saludable y ameno álbum que, bajo el título de Music for an aquatic ballet, despliega un ramillete de piezas para flauta y percusión -algunas como la citada en primera grabación mundial y en lo que supone una reconstrucción similar a las que se llevan a cabo en el campo de la música antigua- a cargo de Roberto Fabbriciani y Jonathan Faralli.

Pero nosotros traemos a colación nuevamente la figura de Cage con motivo sin embargo de una publicación que resulta especialmente llamativa por su contenido y por el aporte de novedad absoluta de su ejecución. Enmarcada en la colección Times Future de Stradivarius, se plantea una interpretación absolutamente personal y fascinante del pianista Ciro Longobardi y el ingeniero de sonido y compositor Agostino Di Scipio al respecto de la Electronic Music for Piano. Se trata de una de las obras más anecdóticas del inmenso catálogo pianístico de John Cage por cuanto que su impulsiva creación acaeció el 2 de septiembre de 1964 cuando el compositor anotó unas crípticas y muy vagas instrucciones de ejecución en un trozo de papel con membrete del Hotel Malmen de Estocolmo, ciudad a la que había acudido para dar un concierto junto a David Tudor

Ciro Longobardi
Aquel esbozo de partitura –que nunca desarrolló más y al que sin embargo dio paso a su catálogo- llamaba al empleo de partes del ciclo Music for piano 4-84 (1953-56) -que debería seleccionar el intérprete en función de su interés y de la duración que quisiera dar a la nueva obra- ejecutadas ahora con la asistencia de un dispositivo electrónico (la partitura citaba micrófonos, amplificador y osciloscopio) y un mapa de estrellas, un rudimento compositivo que iba a determinar algunas obras anteriores y ulteriores como los Etudes Australes, Variations II o el formidable Atlas Eclipticalis. Ese mapa deberá ser usado por el intérprete para determinar diferentes parámetros y acciones sonoras -previamente prefijadas por él- con la ayuda de un programa informático que seleccionara estrellas del mapa (y con ello la altura, la duración de cada nota…), el I Ching o, más espartanamente, un dado o cualquier otro mecanismo que  permitiera plantear acciones de resultados indeterminados y que constituirán luego el esquema de interpretación de la obra.

Agostino Di Scipio
Disponíamos en disco de dos realizaciones de esta Electronic Music for Piano de diferente interés. La primera de ellas, y más breve de las tres que observaremos, se encuentra en un registro de MDG dentro de la integral pianística que hace unos años planteó Steffen Schleiermacher. El alemán opta por abordar la composición casi como si de un paisaje sonoro se tratara. El técnico de sonido sitúa el micrófono alejado del piano para grabar un espacio en el que, además, se han dejado las ventanas abiertas dando así entrada a eventos que son documentados por otro micrófono ubicado en el exterior. ¿El suceso? Niños que juegan y charlan y pájaros que cantan sin cesar como acompasados por las notas que surgen de un piano que, paradójicamente, no es en modo alguno protagonista de una obra que se reviste aquí de una inspirada poesía pero a la que, tristemente, no se le da el tiempo suficiente (poco más de diez minutos) como para que la propuesta se asiente en el imaginario del oyente. 

El sello de música experimental Another Timbre encargó a John Tilbury y Sebastian Lexer  una nueva versión de la obra para un disco, Lost daylight, en el que la pieza de Cage se encontraría con otras partituras de Terry Jennings. Aquí, ambos intérpretes se propusieron el más difícil todavía en cuanto a la férrea aplicación del carácter indeterminado de la composición. De esta forma, además del empleo de un mapa estelar digitalizado sobre el que aplicaron con un programa diversos movimientos aleatorios con sus correspondientes consecuencias musicales, Tilbury y Lexer fueron luego más allá. Con la grabación realizada al piano y con los efectos electrónicos ya añadidos, esta fue desmenuzada por un nuevo sistema digital que resituó cada acción sonora, cada acorde en un espacio nuevo. Sónicamente, el resultado –de unos 40 minutos- es de una especial densidad, con una textura granulosa cercana a la estética post-industrial de músicos como Richard Chartier y Taylor Deupree. Hay un indisimulado gusto por la estética del error y por la tonalidad mate, como de disco de vinilo. Se escucha con interés pero la intervención electrónica de Sebastian Lexer se antoja excesiva, como dejando a Cage muy al fondo.

La que Longobardi y Di Scipio presentan ahora es la más extensa –supera los 60 minutos- y también, contra lo que pudiera pensarse, la más musical de las tres, de igual modo, la más exigente por cuestión de su duración, de ese permanente goteo de acordes pianísticos y silencios que procesionan sin orden aparente. Ambos músicos reconocen en las notas del disco el haber prescindido del mapa de estrellas para la selección de los eventos indeterminados, tampoco recurren a "chance operations", en sus palabras “para no ser más cageanos que el propio Cage”. Entonces, lo que se propondrá es el encuentro del sonido del piano -al que más que metamorfosear se le acompaña- con pequeños accidentes electrónicos causados/motivados por un programa desarrollado por Agostino Di Scipio. 

En esta subyugante reinterpretación, los músicos se recrean -y nosotros con ellos- en la observación de la imperfección del silencio, escuchando resonancias y ecos del instrumento, sintiendo la respiración y hasta el gesto del pianista y siendo partícipes de un aleatorio feedback que devuelve algunas notas transformadas electrónicamente y que se confunden con el sonido acústico. Gracias a la generosa selección de números de la Music for piano, los italianos permiten un nuevo y asombroso acercamiento a una creación que creíamos menor dentro del universo Cage. Se podrá preferir -y quien firma así lo hace- la versión más lúdica y perturbadora de Schleiermacher o el noise-ambient de Tilbury y Lexer, pero esta ejecución de Di Scipio y Longobardi resitúa la composición en un lugar muy diferente, y es ahí, en el cambio de guión (que llega tan lejos como para desobedecer parcialmente al propio compositor) donde anida su mayor interés y provocación. 

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