15 sept 2013

Bruno Maderna, 'Concerto per violin', 'Concerto per pianoforte'

Uno de los proyectos fonográficos de mayor interés y menor trascendencia en la época actual es el que el sello muniqués NEOS lleva años manteniendo en torno a la obra orquestal de Bruno Maderna (1920-1973). Como hiciera con Xenakis en Timpani -a la espera de una última adición a la serie en Mode Records en 2014-, el maestro madrileño radicado en Berlín Arturo Tamayo [lea en este mismo blog una entrevista con él] se sitúa al frente de una empresa que viene a poner en valor el fundamental legado del que fuera la voz musical más dramática -no diremos lírica, tampoco amable, pero sí acaso menos experimentalista- de la Escuela de Darmstadt, cuyos frutos, pese a cierto empecinamiento posmodernista, nos siguen pareciendo hoy a menudo más atractivos y comprometidos que buena parte de la creación de ahora mismo.

Habrá quien, escuchando el Concierto para piano y orquesta (1959) de Maderna, identifique rápidamente estos pentagramas con cierta estética puntillista, deudora en lo sonoro de dos procesos compositivos fechados y tajantemente antagónicos: serialismo y aleatoriedad. Buena parte de la singularidad de esta atractiva pieza la hallamos justamente en la convivencia de ambos procedimientos. De un lado la organización de ciertos parámetros ordenados conforme al método serial, de otro el recurso a espacios de indeterminación análogos a los puestos en liza por Witold Lutoslawski en su histórica página Jeux venetiens. En todo caso, y si líneas arriba señalábamos el tono menos radical de Maderna, este Concierto bien vendría a desmentirnos. En él, el gran compositor italiano aparca cualquier atisbo de belleza convencional. Estamos ante una creación en la que se resalta el carácter percutivo del piano -cuya escritura nos remite fácilmente a la del clave- y en la que se emplean grupos cortos de sonidos y hay abundancia de notas aisladas. El breve e ilustrativo ensayo (en castellano) que acompaña el libreto del álbum habla de la “ascendencia cageana” del piano de Maderna en esta composición. Diremos más, la similitud también es aplicable a la desenvoltura del aparato orquestal, por lo que este Concierto nos parece emparentado con el homónimo que escribiera John Cage apenas un par de años antes (1957-58).

Obra esta cuya música se despliega ante nosotros remitiéndonos icónicamente a ciertos trabajos plásticos de Lucio Fontana con sus hendiduras sobre el lienzo a la manera de aislados resquebrajamientos del tapiz. El Concierto para piano -no confundir con uno pretérito, de 1942- pertenece por vocación al momento más feliz del avantgarde europeo; así encontraremos clusters emancipados de la discontinuidad, diálogos febriles entre el teclado y una batería de percusiones que incluye xilófono y glockenspiel, entre otros y, en fin, una afinidad indisimulada con la creación de climas fragmentarios, enrarecidos, en apariencia refractarios a la escucha, lo que paradójicamente hace la obra tan atractiva. La ejecución de Markus Bellheim, de gran presencia e idiomatismo, parece desbancar a la que Emanuele Arciuli registrara en el año 2001 para el sello Stradivarius [puede escucharlo aquí]. Aquella no disfrutaba tampoco de una toma global, nos hacía vivir la obra muy apegados a los diferentes timbres. La que ahora propone NEOS se nos antoja por un largo tiempo, definitiva.

Una década después del de piano, Maderna aborda la redacción de su Concierto para violín (1969). El tiempo no ha pasado en balde y el estilo se ha hecho menos aguerrido. Comienzan a apreciarse constantes en su obra. Aquí, el reciclado de frases tomadas de otras composiciones como Stele per Diotima o Amanda. Vuelven a abrirse ventanas enteramente aleatorias y la musicóloga Angela Ida de Benedictis nos informa de la influencia que tuvieron en esta página las experiencias del músico con la composición electrónica, pero que sin embargo nosotros no advertimos fácilmente. La dialéctica entre el solista de violín y la orquesta es menos intermitente, aunque claramente ambas voces actúan como sendos individuos que tienden más al enfrentamiento que a la concertación. La oposición entre ambos es explícita en algunos pasajes en los que el propio Maderna anota en la partitura: “La orquesta responde brutalmente”. Es, en fin, una pieza importante que nos ha parecido menos lograda que su predecesora en el disco. Incrementa su interés el hecho de tratarse de la única grabación comercial disponible. Su intérprete, Thomas Zehetmair -de quién conocíamos un formidable disco Mozart junto a Franz Brüggen en Glossa- denota un gran compromiso con esta partitura exigente. La Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, bajo las ordenes del maestro Tamayo, adquiere una presencia abrumadora y se revuelve en ambas creaciones como un instrumento acechante que arropa al auditor en su viaje por estos agrestes y subyugantes paisajes.

Audición: Concerto per violin. Zehetmair. Tamayo (fragmento)

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