11 sept 2009

John Cage, 'Cage performs Cage'


















John Cage
1.- Empty Words (1973-74) with Music for Piano (1952-56) 30:06
2.- One7 (1991) for any way of producing sounds 30:02
John Cage, voce
Yvar Mikhashoff, piano
Mode Records (mode 200)
Distribuye en España: Diverdi

En materia discográfica, la obra de John Cage (1912-1992) lleva años mereciendo una atención que permite al aficionado albergar en su colección un generoso archivo documental de las muchas obras que concibió el maestro norteamericano. Desde luego, por méritos propios, las casas editoras Dabringhaus und Grimm -con numerosos cedés publicados, entre ellos la soberbia integral pianística a cargo de Steffen Schleiermacher- y Mode Records -que bajo el epígrafe The complete John Cage edition lleva años en la empresa de ofrecer el cien por cien del catálogo- merecen un puesto de honor. Justamente es a éste último sello, el neoyorkino Mode, al que debemos la publicación (hasta ahora su más reciente aporte a la colección) de Cage performs Cage, un cedé que no nos atreveríamos a recomendar al profano en la materia pero que, sin embargo, diagnosticamos como una grabación referencial para comprender el universo Cage a partir del mismo genio creador.

Ante la audición de las dos piezas que nos ocupan, una vez más tenemos que erigir al compositor de las Europeras como un visionario de por donde transitarían algunas de las corrientes musicales marginales más en liza (dentro de sus correspondientes circuitos) en pleno siglo XXI. Aquí nos referiremos a ese híbrido denominado spoken-word, una conjunción abstrusa y snob de cultura pop, performance multimedia y poesía de todo cuño que surgió en Estados Unidos a comienzos de los 90. Como el producto maniqueo y convenientemente adornado que es, el spoken-word goza de una relativa salud que permite su exhibición en festivales específicos: en Sevilla, el Teatro Lope de Vega, ajeno a toda manifestación musical inteligentemente moderna, inyecta cada año una cantidad generosa de dinero en un festival dedicado a mayor gloria de mostrar un catálogo de vulgaridades poético-sonoras entre la que -por poner sólo un ejemplo- se cuela por vanguardia al infumable grupo español Marlango en diálogo con el sobredimensionado filósofo e insoportable narrador Alessando Baricco.

¿A qué todo esto? A colación de la concentrada audición que John Cage y el pianista Yvar Mikhashoff nos proponen con la combinación de obras Empty words (1973-74) and Music for piano (1952-56). Es decir, muchos años antes de que surgiera el término spoken-word, Cage estaba practicando exactamente lo mismo, una fusión de poesía (aquí plenamente abstracta y despojada de sentido semántico) y música. Claro está, el resultado, retador pero de innegable marchamo evocativo, se sitúa a años luz del superficial e intoxicado de humo y alcohól spoken-word.

Por partes, Empty Words es originalmente un trabajo de diez horas de duración en el que John Cage operó extrayendo fragmentos de Walden, un ecologista y experimental alegato literario del filósofo trascendentalista Henry David Thoreau (1817-1862). Con partes del texto seleccionado, el músico fue tomando párrafos, frases cortas y fonemas que fueron recitados por él mismo en diferentes comparecencias. Aquí se ofrece un resumen de tan magna labor en 30 minutos. La voz de Cage, de un encantatorio poder musical, se esparce mediante murmullos, ruidos guturales, chasquidos y palabras apenas pronunciadas. De algún modo, el buscado tono lacerante y senil de su recitado parece entroncar con el trabajo vocal que viene realizando en época reciente con personas discapacitadas el fascinante francotirador del arte sonoro Alessandro Bosseti. Claro que en Cage no existe ninguna intención de importunar (al menos, no premeditadamente). Suerte de poesía sonora que no quiere ser texto y sí música, estas Palabras vacías (Empty words) son acompañadas en la grabación (realizada en Buffalo -Nueva York- en 1991) por fragmentos de otra obra extensa, Music for piano, una concentrada selección de sonidos aislados, generalmente leves y donde los silencios configuran insólitos contrastes. Lo que al final obtiene el auditor es una dulce, calmada y puntillista composición, una de las grandes aportaciones de Cage al campo del arte sonoro instrumental.

An alphabet, 45 for a speaker, Theatre of voices o 62 Mesostics for Merce Cunningham son algunas de las piezas puramente vocales que el compositor legó en su catálogo. Pues bien, ninguna de ellas llega al extremo de radicalidad que sí alcanza One7. En su serie de Number pieces -que ocuparon a Cage desde finales de los 80 hasta el año de su fallecimiento- el músico estiliza al máximo algunas características propias de su obra como el silencio y la ausencia de direccionalidad. Escrita en 1990 con motivo del cumpleaños de la compositora y amiga Pauline Oliveros, la escucha de One7 puede enfurecer o ensimismar a según que oyente. Ya sólo quedan fonemas, onomatopeyas y exclamación de sílabas -con especial insistencia en una que suena como 'ga'- dichas por la anciana voz de un Cage, cuyas intervenciones vocales ocupan una mínima parte de la composición. El resto, que podríamos cifrar en un 90 por ciento, es silencio. Creía Cage -y aquí añadimos que muy acertadamente- que la tarea de un poeta, antes que la de escribir un diario personal, sería justamente la de concebir textos carentes de sentido (a la manera de Finnegans Wake de Joyce) y ya el receptor se empeñaría (o no) en aportar sus propios, personales e intransferibles significados.

La realidad se nos presenta demasiado cruda y acerada al abrir la puerta de casa o al encender un televisor. En su mundo -que es también el nuestro cuando somos invitados a entrar en él- el optimismo se expande a través de obras como One7, acaso un juego que quiere ser serio, una asombrosa puerta de entrada a un universo neonatal. A Cage le restaba un año de vida cuando grabó esta pieza. ¿Cómo un hombre de su tamaño intelectual fue capaz de ir tan lejos en el ocaso de su existencia? Estoy seguro de que en algún lugar, con su contagiante sonrisa, es capaz de mirar con mucha mayor indulgencia que la mostrada en este texto los desvaríos de quienes tanto le citan y tan poco favor le hacen con su arte desmañado y cobarde. Igual que reiría al conocer la frase que le dedicó el crítico de arte Maurice Chevanton: "Ésa música [refiriéndose a la obra de Cage] podría haberla hecho un niño". ¿Sabría el plumilla que no había mejor elogio que ese para el autor de One7?

Audición: Empty Words (1973-74) with Music for Piano (1952-56).

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